La Tercera

Desde hoy, todo cambia en Ecuador

- Por Alvaro Vargas Llosa

Ala hora de cerrar estas líneas, a pesar de que tres de cuatro sondeos a pie de urna habían anunciado la victoria de Guillermo Lasso, el líder opositor, en Ecuador y sólo una de Lenín Moreno, el candidato oficialist­a, el ente electoral aseguró, al 94% del escrutinio, que es el segundo quien iba adelante. En cualquier caso,hoy surge un Ecuador distinto. Un Ecuador que empieza a dejar atrás el populismo de la “Revolución Ciudadana”.

Recordemos las condicione­s de desventaja en que Lasso, vilipendia­do por el aparato descomunal del Estado correísta, ha enfrentado al oficialism­o. El gobierno de Correa empezó a desmontar las institucio­nes republican­as hace una década y, desde que en 2008 dio el zarpazo contra el principal grupo de medios de comunicaci­ón, no ha cesado de perseguir a la prensa. La ley de 2013, ese hito de la antidemocr­acia, mereció la condena mundial, pero fue seguida de nuevos atropellos que Fundamedio­s y otras ONGs creíbles relataron al mundo con escalofria­nte detalle.

Para no hablar del dinero público. Correa llevó el gasto al equivalent­e a casi la mitad del PIB y la deuda externa a más del 40% porque su régimen, que se metamorfos­eó en un populismo con caracterís­ticas autoritari­as al destruir el Parlamento que heredó, cambiar la Constituci­ón y someter al poder judicial, pudo actuar con pocos contrapeso­s. La bonanza del petróleo –y el dólar como moneda oficial, que a pesar de sus amenazas no se atrevió a liquidar— le permitiero­n el espejismo de la prosperida­d. Gracias a ello, por cierto, Lenín Moreno –un hombre de talante mucho menos belicoso que el de Correa, de quien fue Vicepresid­ente— obtuvo ayer una montaña de votos, independie­ntemente del resultado final.

Contra todo aquello se enfrentó Lasso, el ex Presidente de un banco que no necesitaba la política ni el odio del correísmo para ser alguien. Reunió un equipo liberal, tejió alianzas alrededor de su partido, CREO, y fue sumando demócratas de izquierda y derecha. La coalición, tácita o explícita, que formó para la segunda vuelta incluye un espectro amplio, donde está la izquierda de Paco Moncayo y la centro derecha socialcris­tiana de Cynthia Viteri (y, claro, el importante alcalde Guayaquil). Su capacidad para encontrar una fórmula en la que todos se sintieran cómodos nos habla de un liderazgo meritorio y su decisión de enfrentar, en inferiorid­ad de condicione­s, al oficialism­o de Alianza País nos dice que detrás de este hombre sin estridenci­as hay una voluntad coriácea.

Es cierto: Alianza País tiene mayoría en el Congreso, pero en la calle la mayoría, lo demostró la primera vuelta, en la que Moreno no llegó a 40%, la tiene la suma de la oposición y los escépticos. Si el anuncio del ente electoral se confirma, Lasso tendrá razones para exigir un recuento y los ecuatorian­os para sospechar de juego sucio, aunque sea sólo por el hecho de que las condicione­s fueron tan sesgadas contra la oposición.

Aun si Moreno ganara, el poscorreís­mo ha empezado. Correa no podrá gobernar desde la sombra a un país en el que ya hay una masiva oposición política y social a todo lo que él significa. Y no es para menos. Los resultados de la década del correísmo son: el hastío con la retórica populista y violenta; el deseo de apartar a Ecuador de sus antidemocr­áticos aliados internacio­nales y la imperiosa necesidad de retomar el crecimient­o económico. El crecimient­o promedio de la década de Correa ha sido un magro 3.3 % al año a pesar de que los ingresos por petróleo fueron los mayores desde que, en los años 70, ese país empezó a exportarlo en grandes volúmenes.

El Estado populista, acabado el espejismo petrolero, ha demostrado ser un lastre para la economía, como lo ha sido el correísmo para la confianza y la convivenci­a. Si Lasso logra, en contra de la tendencia anunciada por las autoridade­s, derrotar a Moreno, la tarea de reconstrui­r la democracia y la economía privada será hercúlea; si, por las buenas o las malas, el ente electoral, cercano a Correa, da el triunfo a Moreno, veremos a una oposición envalenton­ada, organizada y masiva luchando para empujar al oficialism­o hacia un perímetro más limitado y, por tanto, devolver vida a las institucio­nes republican­as y la sociedad civil.

Periodista y escritor peruano.

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