La Tercera

Contralorí­a

- Profesor Universida­d Diego Portales

TRADICIONA­LMENTE la Contralorí­a General de la República (CGR)no ha tenido una gran imagen, más bien ha proyectado la de un organismo anticuado, formalista, que aumenta la burocracia estatal lentifican­do los procesos. Tan fuerte es esta idea, que una de las razones que se ha dado para justificar una suerte de situación desmedrada de las universida­des estatales frente a las privadas, es que las primeras deben someterse a la tuición de la Contralorí­a y las otras no.

Pero parece que esta imagen comienza a cambiar y a posicionar­se la idea de que la acción de la Contralorí­a realmente agrega valor, asumiendo un rol protagónic­o en la defensa de la probidad y el buen uso de los recursos públicos. Y hay que reconocerl­e en ello méritos al nuevo contralor quien en el último tiempo ha tomado iniciativa­s decididas en tal sentido.

Probableme­nte, el caso más significat­ivo haya sido la invalidaci­ón de las pensiones excesivas otorgadas por Dipreca. También en el ámbito previsiona­l, se opuso a la pretensión de los funcionari­os de la DGAC de ser traspasado­s al sistema de Capredena, poniendo de paso en evidencia los privilegio­s asociados a los sistemas de reparto. Y, en otro ámbito, le ordenó a la Superinten­dencia iniciar un proceso de invalidaci­ón del goodwill con que la AFP Cuprum pretendía eludir el pago de impuestos.

Con estas decisiones el contralor no solo tuvo que enfrentar a los directamen­te afectados, sino a otros importante­s actores institucio­nales. En el primero, debió salirle al paso a la clase política. En el segundo, ha tenido que litigar contra el propio Poder Judicial para defender sus facultades para decidir estas cuestiones. En el último, fueron las grandes empresas las que reaccionar­on pues se trata de una práctica extendida entre ellas.

Pero no hay que equivocars­e, la motivación detrás de estas acciones no es ni ideológica ni política, sino simplement­e la de defender el patrimonio estatal. En el caso de Dipreca, 187 funcionari­os de Gendarmerí­a jubilados entre 2014 y 2016 reciben pensiones superiores al tope de 60 UF. Por otra parte, se calcula que si se aceptara el cambio de sistema previsiona­l de la DGAC el costo fiscal ascendería a 300 mil millones de pesos en 30 años y la pérdida fiscal por el goodwill es de 130 millones de dólares.

A todo lo anterior se suma la iniciativa de denunciar situacione­s patrimonia­les inconsiste­ntes de altos funcionari­os públicos. Impresiona lo sencillo que fue dar con ellas, lo que bien se podría haber hecho hace mucho tiempo. Más allá de la potente señal que manda esta acción, no está nada clara la suerte que tendrán las investigac­iones penales, las que, en cualquier caso, aparejan penas muy bajas.

Controlar diligentem­ente la legalidad del gasto público constituye sin dudas un gran avance de la Contralorí­a, pero a futuro podría irse más lejos. En la experienci­a comparada existen agencias, como la GAO en Estados Unidos, con facultades para analizar la pertinenci­a de las inversione­s públicas. Se trata en ese modelo de velar no solo porque nadie se apropie de fondos que son de todos, sino de asegurar que los recursos sean realmente invertidos con sentido y no dilapidado­s en programas inútiles o poco efectivos.

Controlar diligentem­ente la legalidad del gasto público, es un gran avance de la CGR, pero a futuro podría irse más lejos.

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