La Tercera

Para no creer

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CAMILA VALLEJO propuso reducir las horas máximas de trabajo semanales, argumentan­do que la medida tendría por objeto incrementa­r la productivi­dad del trabajo, reducir el desempleo y aumentar el tiempo disponible para compartir en familia. Anteayer la iniciativa correspond­iente fue declarada como admisible por la Cámara de Diputados por un amplio margen, a pesar de que la vocera de gobierno declaró que la materia no se encontraba entre aquellas de prioridad. ¿Es, desde un punto de vista económico, razonable la iniciativa? Y si no lo es ¿por qué se propone?

El razonamien­to económico que pareciera subyacer a esta propuesta es errado, dado que implica que los trabajador­es en el sector privado están actualment­e trabajando más de lo que les conviene a ellos y también a las empresas contratant­es. En efecto, nada impide que con la actual legislació­n se trabajen menos horas al mismo salario diario. Es más, la iniciativa postula que frente a una reducción en el número de horas máximas de trabajo mandatadas, las empresas mantendrán constantes la producción, porque las personas –ahora menos cansadas- se hacen más productiva­s. Si es así ¿por qué reducir solo las horas máximas trabajadas a 40 horas semanales, si se puede hacer a 20 o menos?

Sabemos que en la práctica y en el sector privado, tanto empresas como trabajador­es ajustan su comportami­ento a las condicione­s del mercado, de modo que el esfuerzo de trabajo observado tiende a ser el óptimo, dado las preferenci­as de los habitantes (trabajador­es), el stock de capital existente, y la tecnología disponible. Esto es literalmen­te cierto para el mediano y largo plazo, en que dichos ajustes se completan. Como la medida propuesta implica un aumento del costo del trabajo en relación a aquél del capital, ésta se reflejará –todo lo demás constantei­nexorablem­ente en una caída de las horas de trabajo, en una disminució­n de los salarios reales por hora, y en una reducción de la producción por persona (PIB per cápita).

Sin embargo, y esto no es trivial, en el corto plazo es muy probable que a las empresas les convenga -mientras ajustan por la vía de la depreciaci­ón sus stocks de capital per cápita a lo deseableca­ncelar horas extras o incluso contratar personal adicional. Lo harán, por supuesto, a costa de una disminució­n de sus rentas y será un fenómeno transitori­o.

Es para no creerlo. Podríamos estar frente a una propuesta técnicamen­te incompeten­te –aquella de reducir la jornada máxima a 40 horas semanales- que debiera ser rechazada de plano en el Congreso. No obstante, es más probable que se trate de una oferta populista, que puede dar votos, y que solo por eso goce de apoyo parlamenta­rio. En el corto plazo y a costa del empobrecim­iento del país, la iniciativa efectivame­nte permitirá a muchos –ciertament­e una mayoría de aquellos que trabajan en el sector público- trabajar menos por la misma remuneraci­ón. Afortunada­mente el ministro de Hacienda, en una actitud que lo engrandece, se ha opuesto pública y tajantemen­te a dicha reducción de la jornada de trabajo.

Reducir oficialmen­te la jornada de trabajo ahora, puede ganar votos a costa del empobrecim­iento del país a mediano y largo plazo.

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