La Tercera

Dificultad­es en reforma a la educación superior Los problemas que ha tenido la implementa­ción de la gratuidad, hacen dudar que valga la pena que el gobierno insista en aprobar esta reforma.

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DOS NOTICIAS tienen en alerta a los actores de la educación superior. En primer lugar, la posibilida­d que a partir del próximo año la gratuidad cubra hasta aquellos alumnos provenient­es de familias del 60% más vulnerable, ha levantado preocupaci­ón entre los rectores adscritos al programa por las dificultad­es financiera­s que ello significar­ía para sus institucio­nes. Por otra parte, el trabajo prelegisla­tivo del gobierno para destrabar la reforma a la educación superior -que suma varios meses sin avances en el Congresoin­quieta a quienes ven cómo el Ejecutivo avanza en acuerdos con un grupo de institucio­nes interesada­s, las universida­des estatales, en lugar de diseñar una política sin privilegio­s y que potencie la calidad de los proyectos educativos.

Los recursos que se entregan por concepto de gratuidad son típicament­e menores a los que los alumnos más vulnerable­s aportaban, fundamenta­lmente, vía becas y créditos previos a la instalació­n de esta política. Para hacerla viable, el Estado además entregó ciertos fondos adicionale­s a las institucio­nes que se adscribier­on al sistema. Sin embargo, el total de recursos no fue suficiente y ha generado déficits en gran parte de las institucio­nes. Paradójica­mente, en su propuesta de reforma el gobierno exige a las universida­des involucrar­se más decididame­nte en investigac­ión y en vincularse con sus comunidade­s, pero bajo un sistema de gratuidad dichos ámbitos, que enriquecen la experienci­a educativa de los estudiante­s y que no es posible de desvincula­r de la docencia en institucio­nes complejas, difícilmen­te podrán ser costeados.

Así, institucio­nes que siendo parte de la gratuidad no reciben aportes basales -todas aquellas que no pertenecen al Cruch- no tienen mayores opciones de financiar estas áreas, situación que previo a la gratuidad no significab­a mayor problema, ya que la libertad de aranceles y el sistema de ayudas estudianti­les equilibrab­an adecuadame­nte la necesidad de recursos con el apoyo a aquellos alumnos que lo requerían. Ese equilibrio se extravió, tal como lo muestra el hecho que los rectores de las universida­des Diego Portales y Alberto Hurtado hayan adelantado que revisarán su participac­ión en el programa.

Por su parte, las gestiones del gobierno para destrabar la reforma ante los rectores de los planteles estatalesu­na ley que iría en su propio beneficio-, es poco presentabl­e. La experienci­a de los rectores de las universida­des estatales es necesaria como insumo para las iniciativa­s que prepara el Ejecutivo, siendo su voz y planteamie­ntos importante­s para asegurar un buen diseño de las propuestas y que sean posibles de implementa­r. Sin embargo, que los mencionado­s rectores estén diseñando lo que será el marco regulatori­o que luego les será aplicable, como parece estar sucediendo, es tan grave como que un subgrupo de las AFP estuviera redactando y poniendo condicione­s en el debate acerca de la reforma de todo el sistema de pensiones.

Las dificultad­es que ha tenido la tramitació­n de la reforma a la educación superior y la implementa­ción de la gratuidad son el reflejo de una política que no solo no cuenta con los necesarios respaldos políticos ni técnicos, sino que ha generado problemas financiero­s que repercuten directamen­te en la formación de los alumnos. Ello, unido a un proyecto de ley hecho a la medida de las universida­des estatales, hacen dudar que valga la pena que el gobierno insista en aprobar esta reforma durante los meses de mandato que le restan.

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