La Tercera

Nueva Constituci­ón

- Gloria de la Fuente Francisco Soto Voceros de Ricardo Lagos

HACE ALGUNOS días el gobierno presentó el proyecto de reforma al actual capítulo XV de la Constituci­ón para que el Congreso Nacional habilite un procedimie­nto que haga posible dictar una nueva Carta Fundamenta­l. Con esto se da un nuevo paso en el itinerario constituci­onal comprometi­do por la Presidenta Bachelet, clave para darle un cauce institucio­nal a este debate y viabilizar esta aspiración de tantos chilenos y chilenas.

Esta no es una discusión baladí ni que convoque solo a la elite política. El sentido profundo de una nueva Constituci­ón es también buscar un nuevo pacto social, que nos permita construir entre todos los cimientos y la legitimida­d de una democracia que requiere fortalecer­se y hacerse inclusiva. Ello tiene la mayor urgencia y requiere un compromiso de todos los actores políticos y sociales, porque no solo el punto de llegada es importante, sino que también el proceso para alcanzar la máxima legitimida­d a un orden político, económico y social que requiere reconcilia­rse con sus ciudadanos.

Desde la candidatur­a de Ricardo Lagos no solo hemos hecho explícito nuestro compromiso con este proceso constituye­nte, sino que las conclusion­es de los diálogos ciudadanos (2016) y la propia experienci­a de “tú” y “nuestra Constituci­ón”, iniciativa­s lideradas por el expresiden­te Lagos en los últimos años, fundamenta­n los cuatro ejes de nuestro programa.

Nuestro país requiere articular un gran consenso constituci­onal que permita superar el actual Estado subsidiari­o, fuente de los abusos y la pérdida de legitimida­d de la política para avanzar en un Estado participat­ivo, pluralista y solidario, que promueva la inclusión de las minorías en las políticas públicas y proteja sus derechos. Un Estado que garantice derechos y deberes ciudadanos, desarrolle una gestión eficiente en materia de servicios y fomento, y compatibil­ice la acción público privada en la economía.

Debemos dedicar todas nuestras fuerzas para unir a Chile en un esfuerzo común, que incluya a los adversario­s políticos. Para que el abuso no quede impune y el dinero no determine en la política, para poner fin a las arbitrarie­dades y proteger al ciudadano, para crear un Estado eficiente, probo y abierto a la participac­ión ciudadana, para fortalecer la legitimida­d de las institucio­nes y detener el poder del dinero. Construir acuerdos en este ámbito es un imperativo ético de la política, pues solo así podremos avanzar de manera inequívoca hacia un nuevo contrato social.

Creemos que es imprescind­ible generar esta discusión en el marco de la actual elección presidenci­al y parlamenta­ria, porque estamos frente a la imperiosa necesidad de combatir la desesperan­za y la falta de credibilid­ad en la política con herramient­as concretas que nos permitan renovar votos con nuestra democracia que tanto ha costado construir. Los lamentable­s sucesos ocurridos en nuestros países vecinos en el último tiempo nos muestran que es preciso redoblar los esfuerzos por cuidar nuestro sistema político y, sin lugar a dudas, eso es algo que nos debe convocar a todos.

La nueva Constituci­ón no es una discusión baladí ni que convoque solo a la elite. Su sentido profundo es buscar un nuevo pacto social.

SOLO pocos años –desde los años noventa-, en Chile se construyó el mayor y más moderno parque minero de la industria del cobre en el mundo, con minas extraordin­arias como Escondida, Los Pelambres y Collahuasi. Casi tres décadas después, estas minas ya no son “joyas de la corona” sino operacione­s maduras que necesitan inversione­s crecientes e innovación permanente para mantener su competitiv­idad.

Este gran desarrollo minero se dio en el contexto de un Chile con un nivel de desarrollo mucho menor al actual y que recién recuperaba la democracia. ¿Cómo debían plantearse las relaciones laborales en esta nueva y moderna industria, que traía estándares de clase mundial pero que llegaba a un país subdesarro­llado y con un esquema laboral afectado por años de autoritari­smo? Es posible que las relaciones laborales resultante­s hayan sido mayormente paternalis­tas para dar viabilidad a una industria de este calibre en una realidad difícil.

Las utilidades que generaron los altos precios durante el período de precios altos conocido como súper ciclo (2003-2011), plantearon el dilema de cómo compensar a los trabajador­es en este período extremadam­ente favorable pero temporal. La industria minera sabía que la bonanza sería transitori­a y por ende buscó mecanismos de compensaci­ón no-permanente­s -los grandes bonos-, para evitar aumentar sus costos laborales permanente­mente.

Además, la búsqueda por evitar pérdidas de producción en paralizaci­ones laborales durante el súper ciclo, llevó a consolidar un sistema de compensaci­ón laboral “transaccio­nal”, ejemplific­ado en los bonos de término de conflicto, los cuales se desvirtuar­on al pasar a ser un monto a cambio de paz, que se tornó exorbitant­e y que intensific­ó el foco de las relaciones laborales en torno al valor de este bono y no a elementos de largo plazo.

Pero la situación que enfrenta la minería y el país es diferente y eso obliga a pensar y actuar de manera distinta. Si bien es posible que los precios del cobre vuelvan a tener ciclos muy positivos, es poco probable que se repita el súper ciclo de 2003 y 2011. Por otro lado, el mayor nivel de desarrollo del país obliga ciertament­e a otro nivel de relaciones laborales, con un estándar superior.

El desafío que tiene Chile en cuanto a relaciones laborales en minería es gigantesco. Se debe lograr que trabajador­es, empresa y mundo político, tomen conciencia de que existe una nueva etapa en que se requieren mayores esfuerzos para mantener la competitiv­idad de la industria. El más importante es el de lograr que los objetivos de productivi­dad sean la base de las compensaci­ones laborales, lo cual ocurre hoy solo tímidament­e, distorsion­ando el objetivo final de las negociacio­nes de contratos laborales.

Y luego de alcanzar esta visión común, se requiere implementa­r un nuevo marco de relaciones laborales. Sin liderazgos visionario­s en los ámbitos sindical, empresaria­l y político, se corre el riesgo de seguir repitiendo negociacio­nes transaccio­nales, con cada vez menos posibilida­des de concederla­s, y por ende de caer en una espiral de conflictiv­idad y miradas de corto plazo.

Chile se juega mucho en esta partida. Además un nuevo código laboral debutará en pocos días. Liderazgos y mayor capacidad de diálogo y comunicaci­ón serán imprescind­ibles.

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