Nueva Constitución
HACE ALGUNOS días el gobierno presentó el proyecto de reforma al actual capítulo XV de la Constitución para que el Congreso Nacional habilite un procedimiento que haga posible dictar una nueva Carta Fundamental. Con esto se da un nuevo paso en el itinerario constitucional comprometido por la Presidenta Bachelet, clave para darle un cauce institucional a este debate y viabilizar esta aspiración de tantos chilenos y chilenas.
Esta no es una discusión baladí ni que convoque solo a la elite política. El sentido profundo de una nueva Constitución es también buscar un nuevo pacto social, que nos permita construir entre todos los cimientos y la legitimidad de una democracia que requiere fortalecerse y hacerse inclusiva. Ello tiene la mayor urgencia y requiere un compromiso de todos los actores políticos y sociales, porque no solo el punto de llegada es importante, sino que también el proceso para alcanzar la máxima legitimidad a un orden político, económico y social que requiere reconciliarse con sus ciudadanos.
Desde la candidatura de Ricardo Lagos no solo hemos hecho explícito nuestro compromiso con este proceso constituyente, sino que las conclusiones de los diálogos ciudadanos (2016) y la propia experiencia de “tú” y “nuestra Constitución”, iniciativas lideradas por el expresidente Lagos en los últimos años, fundamentan los cuatro ejes de nuestro programa.
Nuestro país requiere articular un gran consenso constitucional que permita superar el actual Estado subsidiario, fuente de los abusos y la pérdida de legitimidad de la política para avanzar en un Estado participativo, pluralista y solidario, que promueva la inclusión de las minorías en las políticas públicas y proteja sus derechos. Un Estado que garantice derechos y deberes ciudadanos, desarrolle una gestión eficiente en materia de servicios y fomento, y compatibilice la acción público privada en la economía.
Debemos dedicar todas nuestras fuerzas para unir a Chile en un esfuerzo común, que incluya a los adversarios políticos. Para que el abuso no quede impune y el dinero no determine en la política, para poner fin a las arbitrariedades y proteger al ciudadano, para crear un Estado eficiente, probo y abierto a la participación ciudadana, para fortalecer la legitimidad de las instituciones y detener el poder del dinero. Construir acuerdos en este ámbito es un imperativo ético de la política, pues solo así podremos avanzar de manera inequívoca hacia un nuevo contrato social.
Creemos que es imprescindible generar esta discusión en el marco de la actual elección presidencial y parlamentaria, porque estamos frente a la imperiosa necesidad de combatir la desesperanza y la falta de credibilidad en la política con herramientas concretas que nos permitan renovar votos con nuestra democracia que tanto ha costado construir. Los lamentables sucesos ocurridos en nuestros países vecinos en el último tiempo nos muestran que es preciso redoblar los esfuerzos por cuidar nuestro sistema político y, sin lugar a dudas, eso es algo que nos debe convocar a todos.
La nueva Constitución no es una discusión baladí ni que convoque solo a la elite. Su sentido profundo es buscar un nuevo pacto social.
SOLO pocos años –desde los años noventa-, en Chile se construyó el mayor y más moderno parque minero de la industria del cobre en el mundo, con minas extraordinarias como Escondida, Los Pelambres y Collahuasi. Casi tres décadas después, estas minas ya no son “joyas de la corona” sino operaciones maduras que necesitan inversiones crecientes e innovación permanente para mantener su competitividad.
Este gran desarrollo minero se dio en el contexto de un Chile con un nivel de desarrollo mucho menor al actual y que recién recuperaba la democracia. ¿Cómo debían plantearse las relaciones laborales en esta nueva y moderna industria, que traía estándares de clase mundial pero que llegaba a un país subdesarrollado y con un esquema laboral afectado por años de autoritarismo? Es posible que las relaciones laborales resultantes hayan sido mayormente paternalistas para dar viabilidad a una industria de este calibre en una realidad difícil.
Las utilidades que generaron los altos precios durante el período de precios altos conocido como súper ciclo (2003-2011), plantearon el dilema de cómo compensar a los trabajadores en este período extremadamente favorable pero temporal. La industria minera sabía que la bonanza sería transitoria y por ende buscó mecanismos de compensación no-permanentes -los grandes bonos-, para evitar aumentar sus costos laborales permanentemente.
Además, la búsqueda por evitar pérdidas de producción en paralizaciones laborales durante el súper ciclo, llevó a consolidar un sistema de compensación laboral “transaccional”, ejemplificado en los bonos de término de conflicto, los cuales se desvirtuaron al pasar a ser un monto a cambio de paz, que se tornó exorbitante y que intensificó el foco de las relaciones laborales en torno al valor de este bono y no a elementos de largo plazo.
Pero la situación que enfrenta la minería y el país es diferente y eso obliga a pensar y actuar de manera distinta. Si bien es posible que los precios del cobre vuelvan a tener ciclos muy positivos, es poco probable que se repita el súper ciclo de 2003 y 2011. Por otro lado, el mayor nivel de desarrollo del país obliga ciertamente a otro nivel de relaciones laborales, con un estándar superior.
El desafío que tiene Chile en cuanto a relaciones laborales en minería es gigantesco. Se debe lograr que trabajadores, empresa y mundo político, tomen conciencia de que existe una nueva etapa en que se requieren mayores esfuerzos para mantener la competitividad de la industria. El más importante es el de lograr que los objetivos de productividad sean la base de las compensaciones laborales, lo cual ocurre hoy solo tímidamente, distorsionando el objetivo final de las negociaciones de contratos laborales.
Y luego de alcanzar esta visión común, se requiere implementar un nuevo marco de relaciones laborales. Sin liderazgos visionarios en los ámbitos sindical, empresarial y político, se corre el riesgo de seguir repitiendo negociaciones transaccionales, con cada vez menos posibilidades de concederlas, y por ende de caer en una espiral de conflictividad y miradas de corto plazo.
Chile se juega mucho en esta partida. Además un nuevo código laboral debutará en pocos días. Liderazgos y mayor capacidad de diálogo y comunicación serán imprescindibles.