Carrera presidencial en la Nueva Mayoría
El oficialismo más que priorizar el debate sobre las propuestas programáticas,
se está inclinando por el candidato mejor perfilado en las encuestas.
HACE UNA semana, el Comité Central del Partido Socialista (PS) -a través de una votación con urna secreta- escogió por amplia mayoría al senador independiente Alejandro Guillier como su candidato presidencial para las primarias de la Nueva Mayoría del próximo 2 de julio. El legislador obtuvo 67 votos de los 107 miembros del comité presentes, mientras que el expresidente Ricardo Lagos recibió 36 votos. Tras esta definición, el exmandatario anunció la declinación de su candidatura a la Presidencia de la República.
Este hecho - además de reflejar el complejo momento por el que atraviesa la coalición gobernante, marcado por la imposibilidad de consensuar una agenda común que muestre el abanico de sensibilidades en la Nueva Mayoría (NM)-, deja en evidencia que el bloque oficialista más que priorizar una propuesta programática contundente, se inclinó, finalmente, por el candidato mejor perfilado de la coalición y quien les da mayores posibilidades de mantenerse en el gobierno.
La experiencia demuestra que inclinar la balanza hacia el candidato y valorar atributos personales que lo ayudan a marcar en las encuestas, por sobre propuestas e ideas concretas, no es el mejor camino. En 2013 la entonces candidata Michelle Bachelet mantenía la primera preferencia presidencial -con un 47% según la encuesta CEP de octubre de ese año- y los partidos de la Nueva Mayoría la proclamaron sin que hubiese un acuerdo claro en torno al programa de gobierno y un profundo debate en torno a la implementación de las diferentes reformas. De hecho, a mediados de 2016, dirigentes de la Democracia Cristiana revelaron que su partido “no firmó ni suscribió ningún programa”.
Los resultados están a la vista. La imposición de un programa tensionó todo el escenario político y a la coalición gobernante, y favoreció el desarrollo de políticas públicas con evidentes deficiencias, uno de los motivos de la caída de las expectativas económicas y del derrumbe del respaldo a la Mandataria.
Frente a la importancia de una discusión de fondo sobre los verdaderos lineamientos programáticos de cada aspirante -clave para que la ciudadanía pueda realizar una comparación acuciosa- las primarias aparecían como el espacio adecuado para avanzar en esa línea. Sin embargo, tras la bajada de Lagos, las señales enviadas desde la propia NM evidencian que, al parecer, ese no será el camino, lo que constituye un retroceso en materia de contenido para la campaña presidencial.
Por otro lado, este hecho deja al descubierto las opciones a las que se enfrentarán sus votantes en esta elección: una izquierda tradicional desafiada por otra más emergente y radical, representada por el Frente Amplio (FP), a la cual se le quiere cerrar el espacio. La irrupción de Beatriz Sánchez en la carrera presidencial ha tensionado aún más la relación con la NM, porque además de competir en el mismo segmento que hoy ocupa el Partido Comunista (PC), desafía a Guillier, el candidato mejor perfilado de la coalición.
Ante este escenario, la determinación que adopte la DC es clave. Sería esperable que elaborara un completo programa de gobierno, de manera de sincerar el escenario político futuro. Con todo, de mantener el camino seguido hasta hoy, la correlación de fuerzas de la coalición oficialista deja en evidencia que más que un pacto programático, como algunos lo han querido plantear, la NM no es más que un acuerdo electoral.