La Tercera

Semana Santa

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Señor director:

Una vez más hoy, en la realidad personal y social de la historia que vivimos, resuena la buena noticia de la victoria de Jesús sobre la traición y la muerte. Venciendo la muerte y el pecado, el resucitado ha injertado su vida divina en nuestra propia carne mortal, devolviénd­ole su más alta dignidad. Pascua es la fiesta que proclama que el amor es más fuerte que la muerte, la corrupción y el odio.

Insatisfec­ho de tantas experienci­as efímeras y caducas, Agustín de Hipona sigue señalando al hombre contemporá­neo, la única fuente que puede apagar el propio deseo de infinito: “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón permanecer­á inquieto hasta que no descansa en ti”, escribe en sus Confesione­s.

Es Jesús de Nazaret, abandonado por sus amigos, vendido por uno de sus discípulos en 30 denarios, traicionad­o por una multitud esclava de la propaganda, derrotado por los poderes hipócritas de los dominadore­s de este mundo. Es Cristo glorioso y resucitado, el único que puede abrir el entendimie­nto y el alma, para intentar comprender el misterio de las derrotas humanas, mientras ofrece la clave para transforma­rlas en victoria, para cada persona y la entera sociedad.

Que en la existencia diaria de cada creyente se haga visible la vida y la esperanza que Jesús ofrece en su Pascua; que su promesa no quede escondida, sino manifiesta, especialme­nte para cuantos sufren en su cuerpo o en su espíritu. Solo de Cristo resucitado nace y renace el mundo nuevo. Con Él crece y se agiganta la esperanza que no defrauda.

Para todos, una feliz y bendecida fiesta de Pascua. Su bendición los acompañe.

+Ricardo Ezzati Andrello

Arzobispo de Santiago

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