Banalidad política
EL RECHAZO del Partido Socialista a la candidatura del expresidente Lagos ha generado distintos y profundos análisis políticos acerca de su significado y los nuevos espacios que se abren.
Pero hay un punto que ha quedado olvidado. Un aspecto que se deriva de la más rústica naturaleza humana y que cada vez está marcando más a la NM: el temor a perder la pega y los privilegios del poder.
En el portazo a Lagos hay tres actitudes muy evidentes. Más que decisiones respecto de proyectos o ideas sobre el futuro de la izquierda, presenciamos el simple ejercicio -acomodaticio y pragmático- de cómo tratar de no perder el gobierno.
La primera fue anterior a la votación. ¿Voto secreto o público? Cuando se busca definir caminos de un proyecto político y social lo único que no se quiere, ni se debe hacer, es que ese proceso sea secreto. ¿Alguien co- noce las intervenciones, los discursos más relevantes, los fundamentos e ideas de una u otra opción? Secreto y silencio, la antítesis de la vida política y pública. ¡Y se estaba discutiendo ni más ni menos que una candidatura presidencial!
Esto solo se entiende como un mínimo sentido de pudor respecto de lo que se estaba haciendo. No era un debate de ideas ni de proyecto país, sino simplemente el intentar cuidar la pega. Las motivaciones reales, pero poco presentables, sin duda requieren secreto.
La segunda fue una vez elegido Guillier. El ex presidente del partido, diputado Osvaldo Andrade, dice una frase para el bronce sobre el candidato que revela lo que de verdad él y muchos piensan: “Tendremos que dotarlo de contenidos, cuando yo hablo de dotarlo, estoy pensando en un conjunto de aspectos en que todavía no está claro en lo que está pensando”. Tal cual. ¡El PS eligió a Guillier como su candidato presidencial sin tener claro lo que piensa!
Debe ser un caso único en la historia política del país. El máximo esplendor de la banalidad de la política. Lo elegimos porque nos puede convenir para intentar mantener el gobierno y nuestras pegas, aunque aún no tenemos claro lo que piensa. ¿Algo más que agregar?
Pero faltaba aún un episodio. Este candidato presidencial, presentado y analizado como fruto de una nueva generación y visión del socialismo futuro, recibió esta trascendente misión en una simple reunión con la directiva del PS al día siguiente de su proclamación. Solo una notificación y apretón de manos. El “contrato” estaba listo: no eres militante ni parte del mundo socialista, ni siquiera sabemos cómo piensas, pero apareces algo mejor en las encuestas (16%), ayúdanos a conservar las pegas y privilegios.
Qué curioso. Parece haber más consternación por la bajeza que le hicieron a Lagos que motivación por haber elegido a Guillier. Eso lo dice todo.
Una estatua a la banalidad política, su oportunismo y vacíos, su dramática ausencia de convicciones e ideales, olvido de sus épicas y motivaciones y desprecio a sus historias, luchas, líderes y mártires. Cómo se pretende gobernar un país cuando lo único que se muestra es la peor y más insignificante expresión de la política: mantener el poder por el poder e intentar no perder las pegas y privilegios. Eso es hoy la Nueva Mayoría. La banalidad no solo no obtiene triunfos sino que, peor aún, conduce a la nada.
La elección de Guillier como candidato del PS, es una estatua a la banalidad política, a la dramática ausencia de convicciones e ideales.