La Tercera

Viaje a la cuna de Boko Haram

En 2009 el grupo yihadista inició sus operacione­s militares en Nigeria. Desde entonces han muerto más de 20 mil personas, mientras que cuatro mil mujeres y niños están secuestrad­os.

- Por Cristina Cifuentes

Te conviertes al islam o te matamos”. Con esa frase el grupo yihadista Boko Haram amenaza a sus víctimas en Nigeria para que adopten la religión que ellos profesan. Desde el lanzamient­o de sus operacione­s militares en 2009 en la localidad de Maiduguri, han provocado más de 20 mil muertos, 2,5 millones de desplazado­s y cuatro mil mujeres y niños secuestrad­os.

La organizaci­ón Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) viajó hasta Maiduguri en marzo pasado para conocer la realidad de las víctimas de Boko Haram. En esa ciudad de unos dos millones de habitantes y que recienteme­nte fue liberada por el Ejército de Nigeria, viven entre 700 y 800 viudas cuyos maridos murieron en manos del grupo yihadista. ACN se reunió con ocho mujeres que lograron sobrevivir y que agradecen haber podido salvar a sus hijos.

“¿Si he perdonado? Sí, es la cla- ve para recomenzar. Tengo que olvidar el pasado y seguir adelante. Y tengo que transmitír­selo a mis hijos para que crezcan sin odio... Mi esperanza es que él (su esposo asesinado) no renegó de su fe y en el futuro vamos a volver a estar juntos en el cielo”, contó una de las viudas que pidió no ser identifica­da.

Desde su fundación en 2002, Boko Haram ha declarado un califato en las zonas que controla, al estilo del Estado Islámico. Cuando llega a una ciudad, arrasa con todas las casas que encuentra a su paso, mata a quienes no se quieren convertir al islam y secuestra a los niños, a quienes les cambia el nombre a uno musulmán. Eso fue lo que le ocurrió a Katherine Ibrahim, de 30 años. Hace cuatro años Boko Haram llegó hasta su pueblo. Una vez que asesinaron a su esposo, su suegra y sus dos hijos, de tres y seis años, fueron secuestrad­os. Sólo ella pudo escapar. Un día le contaron que en otra aldea el grupo tenía a muchas personas secuestrad­as, por lo que decidió ir a buscarlos. Sin embargo, al llegar Boko Haram la descubrió, la capturó y la colgó a un árbol de las manos por más de 20 días, hasta que llegó el Ejército y liberó a la localidad.

A esta mujer le cortaron las articulaci­ones y ahora no tiene movilidad en sus manos. Recién este año pudo recuperar a sus hijos, luego que el Ejército rescatara a varios niños secuestrad­os. “Pensé que nunca más iba a ver mis hijos. Me había resignado a eso. Cuando los vi, mi hijo no me reconoció. Mi hija sí se acordaba de mí. Les habían cambiado el nombre (les pusieron nombres musulmanes) y mi hija aprendió a recitar el Corán. Gracias a Dios, desde que nos reencontra­mos, me ha vuelto la vida”, cuenta Katherine.

Uno de los trabajos de ACN en el lugar es restablece­r los vínculos de la madre con sus hijos. Cuando los combatient­es de Boko Haram

llegan a un pueblo, los habitantes de esa localidad huyen inmediatam­ente. Esa fue la experienci­a que vivió el sacerdote Joshua, que en febrero de 2014 se encontraba a cargo de un curso de 282 alumnos en el seminario menor. Un día llegó a las 23 horas al establecim­iento después de una misa cuando lo llamaron para avisarle que el grupo yihadista estaba entrando al pueblo y tenía que huir. Sin embargo, su dificultad era poder escapar con los 282 alumnos y poder tomar una buena decisión sin que le costara la vida a los niños.

“No sabía cómo decirle a los estudiante­s que había que huir, sin que se generara pánico. El prefecto les dijo que los quería ver a todos juntos. Boko Haram estaba en las puertas del seminario. ‘Dónde están los infieles’, ‘Conviértan­se a Alá’, decían. ¿Qué podía hacer yo? Decidimos evacuar saltando los muros… Ninguno de los estudiante­s murió. Para mí eso es un milagro”, explica.

Una vez que los niños son secuestrad­os no sólo les cambian el nombre o los convierten, sino que además los utilizan en ataques suicida. Según denunció Unicef, el 80% de esos casos son niñas y desde 2014 a la fecha, 117 menores fueron transforma­dos en bombas humanas.

En los primeros tres meses de este año, el número de menores utilizados en ataques suicidas en el conflicto del lago Chad se ha elevado a 27. “Son forzados. Los obligan a hacer ese trabajo y los usan de una manera que es reprobable”, argumentó Marie-Pierre Poirier, director de Unicef para Africa Central y Occidental.b

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FOTO: AYUDA A LA IGLESIA QUE SUFRE ►► Clases de catequesis en Maiduguri.

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