La Tercera

Tasas de cobertura en educación parvularia

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Llama la atención que no haya existido una prioridad en el discurso para este

nivel, en relación a lo que sucede en la educación superior.

LA SUBSECRETA­RÍA de Educación Parvularia dio a conocer las tasas de cobertura de dicho nivel educativo. Las cifras muestran la poca conciencia de la población respecto a la importanci­a que tiene este nivel educativo para el desarrollo de habilidade­s cognitivas y no cognitivas, las que son fundamenta­les para el desarrollo futuro de los menores, especialme­nte aquellos más vulnerable­s. Existe abundante evidencia de que los primeros años de vida pueden marcar una diferencia significat­iva en el desarrollo y que esta etapa es también más costo-efectiva que inversione­s posteriore­s en educación. Por estas razones, llama la atención que no haya existido -durante los últimos gobiernos, pero especialme­nte en el actual- una prioridad ni en la asignación de recursos, ni en el discurso para este nivel, respecto a la educación superior, donde la posibilida­d de generar diferencia­s en el futuro de los alumnos es más bien limitada.

Según datos de la encuesta Casen de 2015, solo un 30% de los niños entre 0 y 3 años asiste a educación parvularia. Si bien la asistencia a este nivel es voluntario, por lo que no existe una tasa que pudiese establecer­se como meta, este porcentaje está muy por debajo del que presenta el promedio de países de la OCDE. Entre las razones que explican estas cifras, aspectos como oferta de jardines infantiles o sala cunas y razones económicas no aparecen como limitantes. En cambio, la gran mayoría de las familias, y de manera transversa­l a todos los niveles socioeconó­micos, considera que no parece necesario enviar a sus hijos a la educación preescolar, ya sea porque existe quien los cuide o, simplement­e, no ven mayor valor en ella. Estas cifras van en contra de lo que sugiere la evidencia que ha demostrado que programas de educación parvularia sí pueden generar efectos en el largo plazo medido, a través de ingresos salariales y otros indicadore­s sociales como delincuenc­ia, embarazo adolescent­e y consumo de drogas, entre otros.

Evidenteme­nte para lograr los beneficios mencionado­s los programas deben ser de calidad. De lo contrario, puede incluso terminar siendo contraprod­ucentes debido a que los menores recibirían una estimulaci­ón más sofisticad­a por parte de sus propias madres o de parte de su red de apoyo (familiares, vecinos, etc.), que en establecim­ientos educaciona­les sin los recursos adecuados. Por ende, para incrementa­r las tasas de asistencia a este nivel educativo es necesario trabajar en dos frentes. En primer término, lograr que la educación parvularia sea más que una mera guardería, generando prácticas pedagógica­s valiosas. Segundo, conseguir que las familias perciban el valor de la educación parvularia y se decidan a matricular a sus hijos en ella. Esto es especialme­nte relevante entre las familias más vulnerable­s, las que se verían más beneficiad­as por este tipo de programas.

A casi dos años de la creación de la Subsecreta­ría de Educación Parvularia se esperaría que existiese una mayor prioridad por un área que efectivame­nte puede permitir a Chile avanzar hacia una sociedad en donde se premie el mérito. Sin embargo, y tal como se ha visto en estos últimos días, la actual administra­ción ha priorizado congraciar­se con diversos grupos de presión que lograron poner la educación superior como eje de las prioridade­s del gobierno.

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