FMI: Chile seguirá creciendo menos que el mundo La perspectiva de un bajo crecimiento crónico justifica evaluar la corrección oportuna de políticas erróneas.
LA ACTUALIZACIÓN del WEO, del Fondo Monetario Internacional (FMI) reporta, con entusiasmo, que ”la mejoría económica que hemos estado esperando parece estar materializándose” y que “las consistentes buenas noticias desde el verano (boreal) de 2016 están configurando un panorama global más luminoso”. Por eso, el FMI proyecta algo más de crecimiento económico mundial en el corto plazo (3,1% en 2017; 3,5% en 2018) y una evolución hacia una tasa de crecimiento económico global de 3,8% hacia 2022. Las proyecciones para Chile, sin embargo, muestran una corrección a la baja en el corto plazo (1,7% en 2017; 2,3% en 2018) y una evolución hacia tasas inferiores a las de crecimiento global (3,3%) hacia 2022. Estas correcciones divergentes dan pie a reflexiones.
Una primera, es sobre la falta de percepción mostrada por el FMI sobre el verdadero carácter de las reformas aplicadas en Chile en los años recientes. A mediados de 2014, cuando el gobierno de Chile promovía un alza mayor de impuestos a las empresas y eliminar las disposiciones tributarias pro ahorro en la legislación chilena, el FMI parecía condescendiente con las propuestas oficiales, advirtiendo suavemente acerca de posibles efectos sobre el ahorro, y expresando su contentamiento por tratarse de una aplicación gradual. Todo ello junto a juicios positivos respecto de otras reformas, validándolas como instrumentos para enfrentar prioritariamente los problemas de desigualdad en el país. Entonces pronosticaba un 4,1% de crecimiento promedio anual para el período 2014-2019. Algo de esta condescendencia se mantiene hasta hoy. El Jefe de Misión para Chile del FMI, esta semana, limitó las explicaciones para el desempeño reciente de la economía a “un shock dramático de términos de intercambio”, y a “vientos en contra estructurales, por las bajas habilidades de los trabajadores, la débil infraestructura, la alta desigualdad y el envejecimiento de la población, los que están limitando el crecimiento”.
La realidad, para muchos analistas -e incluso para el Banco Central de Chile, que dio a conocer que la caída de expectativas que afectaba la inversión se explicaba en parte por shocks autónomos, esto es, desvinculados de elementos macroeconómicos- es que hay un fuerte impacto económico de los mayores impuestos a las empresas, de la prohibición de reemplazo interno o externo de trabajadores en huelga, y en general de la animosidad oficial contra la iniciativa privada y la economía social de mercado. Cabe, entonces, una segunda reflexión, que es sobre las alternativas para superar el bajo crecimiento. ¿Los efectos dañinos de las reformas han sido completamente digeridos por la economía, o éstas seguirán afectando la inversión hasta alcanzar un nuevo equilibrio que aún no llega?
¿Podrá remontarse la actual situación sin corregir en forma oportuna y profunda los errores de política en que se ha incurrido? Estas preguntas requieren hoy la mayor atención política y técnica: sería muy grave si, por no corregir políticas erróneas, nuestro país entrase en el círculo vicioso de políticas de “suma cero”, puramente redistributivas, que perpetúan el bajo crecimiento, como teme el FMI que pasaría en el mundo si deja de crecer por el proteccionismo comercial.