Reforma a la educación superior
Señor director:
La promesa del fin al Crédito con Aval del Estado (CAE), gracias a la cual se aprobó la idea de legislar sobre el proyecto de educación superior, es un logro de los estudiantes, sus familias y de instituciones, como la nuestra, que exigieron que este escandaloso mecanismo que solo ha generado deudas a los estudiantes y ganancias a los bancos, termine. Hace poco más de un año nadie lo cuestionaba, pero los números resultaron ser tan sólidos que hasta sus más acérrimos defensores no pueden menos que decir que es “perfectible”.
Aplaudimos el compromiso del Ejecutivo, pero cualquier sistema que reemplace al CAE debe terminar con el endeudamiento de miles de profesionales que ven mermados los años más importantes de su vida productiva pagando créditos, ya sean administrados por la banca o por entidades estatales. Considerando que si se transfirieran a gratuidad los recursos destinados al CAE y becas (dos tercios de las ayudas estudiantiles) se podrían triplicar los recursos para gratuidad.
Es fundamental que el nuevo sistema contemple financiamiento basal y permanente a todas las universidades acreditadas: estatales, no estatales del Cruch y privadas, que demuestren su carácter público y sin fines de lucro como parte constitutiva de su quehacer. Un nuevo sistema de financiamiento debe permitir a las instituciones liberarse del régimen de mercado que las obliga a competir y termina, en cierto sentido, privatizándolas en tanto las aleja de su autonomía y función pública. Financiamiento a la docencia vía gratuidad y aporte fiscal directo a la investigación nos parecen mecanismos apropiados. El fin al lucro efectivo y su penalización deberían ser parte de la discusión que se reinicia en la Comisión de Educación.
Pablo Venegas C. Señor director:
La Nueva Mayoría y su gobierno han brindado un nuevo espectáculo de improvisación en lo que según ellos es una de sus más emblemáticas reformas: la de educación superior. Pese a ser aprobada la idea de legislar en la Cámara Baja, la iniciativa del Ejecutivo ni siquiera convence a todos los diputados oficialistas, quienes la semana pasada pusieron suspenso a la tramitación del proyecto.
¿Por qué teniendo mayoría en el Congreso les cuesta tanto sacar adelante su reforma estrella? Porque es mala. Es un proyecto que no mira –menos resuelve- las necesidades ciudadanas y se queda prisionero de los eslóganes de campaña y las consignas de quienes dicen representar a la calle.
Tras el bochorno de la Nueva Mayoría en la Comisión de Educación, la Presidenta Bachelet pide que pensemos en los estudiantes y sus familias. Sin embargo, si realmente quiere pensar en ellos debe dejar de venderles humo con una promesa de gratuidad universal que no podrá cumplir, porque no hay recursos. Tal vez estemos lejos de tener una billetera fiscal que permita pagar la educación superior de cada chileno. Por eso es tan irresponsable el ofrecimiento de entregarla sin costo a todos por igual, cuando hay quienes tienen de sobra para costearla.
Nuestro sector no está en contra de la gratuidad; lo que encontramos regresivo es la gratuidad universal. Si es necesario aprobar una gratuidad donde exista financiamiento, por ejemplo, para el 50% de los estudiantes más vulnerables, sin discriminación, sin bancos y donde el foco esté en una educación de calidad, estaremos disponibles en la medida que existan los recursos.
El gobierno de la Nueva Mayoría, más que empujar un proyecto para cumplir las promesas de campaña, debe pensar en un proyecto viable y que perdure en el tiempo. Cristián Monckeberg Bruner con el otro; compartir parte de nuestra historia, que aparecía mientras contestábamos las preguntas. Los niños querían responder, los jóvenes manifestarse, los adultos expresarse, los abuelos ser escuchados y los inmigrantes ser reconocidos. Sin duda necesitamos más días así, donde nos relacionamos desde la confianza y apertura, con un espíritu constructivo.
Isabel Perucich V.
Rector Universidad Academia de Humanismo Cristiano
Presidente Renovación Nacional