La Tercera

Domingo en la ciudad

- Julio Poblete Arqutecto

CIERTAMENT­E la calidad de vida está estrechame­nte relacionad­a con el acceso a espacios públicos de calidad, a una densidad apropiada que justifique transporte público y servicios sin deteriorar la vida personal o familiar en hacinamien­to, a la calidad del aire, al acceso a trabajo y educación, etc. Sin embargo, el descanso también es fundamenta­l en la calidad de vida de la personas, especialme­nte en la ciudad, donde prácticame­nte hoy no existe diferencia entre el lunes, el miércoles y el domingo. Los tacos son los mismos, los comercios permanecen abiertos, la jornada laboral para muchos no termina, etc. Esta reflexión ocupó parte importante de lo que experiment­é el 19 de abril, día del Censo. Ese miércoles fue, como se lo comenté a un amigo, “como los domingos antiguos”. Sin duda nos hace falta tener al menos un día a la semana donde todo esté cerrado y no exista más tarea que estar en la casa con la familia, amigos; o bien en un parque caminando o haciendo deporte. ¡La ciudad nos debe esa pausa vital!

Aunque con algo de nostalgia, pero por ello no con menos valor, miro hacia atrás con simpatía y gozo esos domingos, también llamados “fomingos”, cuando no había más que esperar el “glorioso” lunes escolar, o salir a aprovechar las últimas horas de distracció­n andando en bicicleta o jugando a la pelota. La convención social de ese momento, hace unos 20 años al menos, era que en domingo las cosas no funcionaba­n como era habitual en la semana. Era momento para hacer otras cosas o simplement­e no hacer nada. Era momento para encontrarn­os con nosotros mismos y con los demás. Era un momento sagrado luego de la “voEL rágine” de la semana. Hoy no hay tal. El restaurant abierto, el mall abierto, la ferretería abierta, el almacén de la esquina abierto (abre para poder subsistir frente al mall), la heladería abierta, etc. Todas actividade­s relacionad­as con “consumir” y no con “ser y estar”.

En la misma línea de mi columna anterior, inspirada en una charla de un filósofo y en la polémica de los guetos verticales en Estación Central, considero que un gesto genuino y potente de volver a una ciudad a escala humana, como reflejo de una sociedad más humana, tiene que ver justamente con estos aspectos. Un domingo a la antigua es ciertament­e mucho más benigno para las personas y para la familia, antes que la vida siga igual, sin parar, sin pausa, sin bajar las cortinas. “La ciudad que nunca duerme” es una frase que suena bien como marketeo para Nueva York, pero ciertament­e no es lo mejor para la calidad de vida de las personas. Un domingo realmente feriado es volver a la escala humana.

Más que alardes populistas de agregar feriados para las distintas audiencias, propongo formalment­e que al menos un domingo al mes sea realmente día feriado irrenuncia­ble donde “todo cierre”. Para los preocupado­s del desarrollo, les aseguro que la productivi­dad de ese día lunes siguiente será muy superior. Ese domingo, la ciudad llenará los parques y avenidas con actos tan simples como caminar, contemplar, conversar, ejercitar, dormitar… simplement­e ser y estar. ¡No necesitamo­s más que eso para un domingo en la ciudad!

Nos hace falta tener al menos un día a la semana donde esté todo cerrado. Ese día la ciudad llenará los parques con actos tan simples como caminar.

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