La heroína Bachelet
Si algo tienen en común el reciente censo y el caso de Nabila Rifo, es la presencia de una injusticia que provoca vergüenza de manera transversal. Y ambas historias también comparten la presencia de la Presidenta Bachelet como personaje clave. Umberto Eco, que solía estudiar por qué las novelas, películas y series de televisión se volvían masivas en las audiencias, escribía que eran exitosas si seguían lo que llamaba la receta aristotélica. Esto consistía en un drama que se extiende más allá de todo límite inimaginable, de tal manera que el espectador sintiera piedad y terror al mismo tiempo, sin una solución fácil. De repente un héroe o heroína, mediante un poder o acto no posible para los comunes, volvía las cosas a una solución coherente con el orden natural de los acontecimientos humanos.
La Presidenta Bachelet se convirtió en ambos casos en una heroína. En el caso del Censo, la distorsión piñerista del mejor censo de la historia llevó a una de las mayores vergüenzas a un país que siempre dio ejemplos en América Latina de la certeza de sus cifras nacionales.
El nuevo censo fue distinto: amable y con aprobación transversal de todos los sectores. Los casos aislados de una comunidad que se negó a ser censada y las críticas del ex presidente y candidato fueron la excepción que confirmó el éxito del gobierno, y en especial de la Presidenta, en ropa de calle, formulario en mano y recibida por un atónito vecino en ropa de cama.
Por otro lado, el fallo que declaró culpable al ex conviviente de Nabila Rifo fue el final de una tragedia transmitida por televisión, que en varios momentos volvió a castigar a Nabila con el retorcido argumento de que su propia conducta podría hacerla cómplice del suplicio. La foto de la Presidenta acogiendo a la víctima es también el consuelo hecho por la heroína, como se refería Eco al fin de las historias novelescas. Ocupando una frase muy común en televisión, era el abrazo de Chile.
Estos escenarios donde Bachelet, por sí misma, es comprensiva con el desamparo y corrige injusticias es su espacio ideal. La naturalidad con que actúa en estos casos es su fortaleza y la razón por la que logró esa conexión tan propia con la gente que la llevó dos veces a ser Presidenta. Lo que en otros políticos sale forzado o patético, en ella es natural.
Pero también su virtud es una trampa. La coalición de gobierno pasa por una crisis, donde la Presidenta aparece distante, en buena parte por el diseño de su equipo, que busca aislarla y con ello mantenerla lejos de los conflictos. Ha habido en el último tiempo más de un entredicho entre ministros, con impacto en su liderazgo.
Un buen cambio podría ser ocupar su rol de heroína en el último año. Existen dos compromisos de la propia Presidenta cuando era candidata. Una de ellas es asegurar, mediante un cuerpo legal, la gratuidad universitaria, y una segunda tarea es aprobar la despenalización del aborto en tres causales. En ambas podría nuevamente ser una heroína. En el primer caso, sería la respuesta al movimiento estudiantil de 2011 que conmovió al mundo y, en el segundo, no solo un derecho de las mujeres sino la derogación de una ley de la dictadura, hecha a horas de transferir el poder.
Para un futuro gobierno de derecha será muy difícil devolver ambas leyes, pese a su fiebre de contrarreforma. Además, la Presidenta podrá proyectarse más allá de las dificultades de su coalición y de las debilidades del más probable candidato del oficialismo.
Ingeniero civil industrial, MBA.