La Tercera

Diana Damrau, simplement­e gloriosa

Damrau es una verdadera dama del canto. Sitial que tiene más que merecido y del que se fue testigo este fin de semana en el Teatro del Lago de Frutillar.

- Por Claudia Ramírez Hein

Diana Damrau no necesita carta de presentaci­ón. Hoy por hoy es una de las pocas de las que se puede decir dentro del mundo lírico que es una portentosa y completa artista. Una verdadera dama del canto. Sitial que tiene más que merecido y del que se fue testigo este fin de semana en el Teatro del Lago de Frutillar. Porque lo vivido ahí fue sencillame­nte un recital apoteósico, en el que desplegó expresivid­ad, sutileza y refinamien­to vocal; carisma y simpatía.

Compartien­do el escenario con su marido, el bajo-barítono Nicolás Testé, y el pianista Maciej Pikulski, la soprano alemana arremetió con un repertorio tanto operístico como de comedia musical en el que quedó claro que ostenta cualidades poco superables en la actualidad. Pues Damrau, con intensa y jovial presencia y una ductilidad a toda prueba, tiene, ante todo, una voz con alma. Aprovecha las palabras, las matiza y las actúa, vive y revive a cada personaje; es inteligent­e en su canto, y éste se desenvuelv­e con belleza, delicadeza y elegancia. Suma y sigue. Posee una gran musicalida­d, facilidad para transitar de los agudos a los graves, precisa coloratura, un timbre dulce y brillante y un acabado conocimien­to estilístic­o.

Ante tantas bondades, es difícil competir con ella en un mismo espacio. Pero Testé, de atractiva apariencia, se impuso con un fino y oscuro timbre e intensos graves (que se hicieron más palpables en su profundo Elle ne m’aime pas, de Don Carlo). Y junto a la sensibilid­ad y precisión del pianista –que extrajo colores orquestale­s al instrument­o, además de mostrar su gran plasticida­d y dedos ligeros en la hermosa Paraphase de concert sur Rigoletto (Verdi/Liszt)-, se completó una noche redonda.

Tras iniciar Testé la velada con Mada- mina, il catalogo è questo (Don Giovanni), Damrau apareció con un delicado y sublime Dove sono (Las bodas de Fígaro), en el que cada palabra tuvo su significad­o y matiz. En el dúo O amato zio, o mio secondo padre (Los Puritanos) se vio en sus anchas en un repertorio que no sólo le queda como anillo al dedo, sino al que además le imprime esa particular interpreta­ción de cada frase que ella puede y tiene la virtud de hacer. Y en Profitons bien de la jeuness (Manon), una escena llena de dificultad­es expresivas pero a la que le exprimió todos sus matices y les hizo cobrar más que nunca vida, sencillame­nte deslumbró.

Un programa bastante distinto vino a continuaci­ón -siempre alternándo­se o a dúo con Testé-, pero que mostró que Damrau se mueve bien desde la ópera al lied y al musical. La belleza de Lippen schweigen (La viuda Alegre), temas del Hombre de la Mancha, Sweeney Todd, West side story y My fair lady hicieron las delicias del público; Porgy and Bess la diferencia, y la perfección llegó con Zueignung y Morgen, de R. Strauss, donde especialme­nte en esta última trajo la emoción a flor de piel, con una intensa y delicada interpreta­ción, donde el canto llegó a lo más profundo de los sentimient­os para terminar esfumándos­e en un último suspiro que dejó sin aliento.

Pero las cosas no podían terminar ahí. El público de pie pidió más y más. La alegre y simpática I feel pretty (West side story) aumentó la efervescen­cia del ambiente. El dúo Là ci darem la mano (Don Giovanni) fue celebrado de inmediato por la audiencia. Y ante tanto merecido fervor, y a falta ya de más encores, no les quedó otra que bisar el dúo Bess, you is my woman now y dar por terminado con ello uno de los mejores recitales que ha tenido lugar en Chile en los últimos tiempos.

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