Le Pen, la cara “renovada” de la ultraderecha
El ascenso de la ultraderechista Marine Le Pen como candidata a las elecciones presidenciales francesas no ha estado exento de sorpresas y tropiezos. Pero la candidata de 48 años ha logrado cautivar a un electorado que va más allá de su círculo tradicional de electores. Ha sabido también distanciarse de las posturas radicales de su padre, Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional que ahora ella lidera, tras expulsarlo en 2015.
Famosas son las riñas dentro del clan Le Pen. Sin embargo, el patriarca le dio finalmente el apoyo a su hija una semana antes de los comicios. “Son los candidatos: Mélenchon, de los comunistas. Macron, de los oportunistas. Fillon, de los reincidentes.
Yo, ¡yo voto a Marine!”, dijo a través de un mensaje en Twitter.
Desde que tomó las riendas del partido, Marine Le Pen ha perseguido un objetivo para nada fácil: librar al Frente Nacional de la imagen antisemita que adquirió tras los casi 40 años de liderazgo de su padre.
La candidata impuso un estricto código de conducta en su partido. Expulsó a los extremistas y tomó medidas concretas contra las expresiones de racismo. También ha condenado los comentarios más polémicos de su padre, quien ha dicho por ejemplo que las cámaras de gas que usaron los nazis contra los judíos fueron solo “un detalle” en la historia.
De todas formas, las declaraciones ácidas siguen siendo parte de la retórica de esta candidata, que se unió al Frente Nacional a los 18 años. Tiempo después abandonó su carrera profesional como abogada para asesorar legalmente al partido. Antes de eso ejerció por seis años, representando a clientes pobres que incluían, por ejemplo, a inmigrantes ilegales. Entró a la política en 1998, cuando fue elegida como consejera regional de Norte-Paso de Calais. Desde 2004 es también miembro del Parlamento Europeo y en 2012 tuvo gran notoriedad al presentarse como candidata presidencial por el Frente Nacional. En primera vuelta logró un 17,9% pero, a diferencia de ahora, no pudo pasar al balotaje.
Con la votación de ayer logró igualar a su padre, que compitió en 2002 frente al conservador Jacques Chirac en el balotaje.
Desde que entró a la política francesa, no ha dejado de protagonizar polémicas. En 2015, comparó las oraciones en la calle de los musulmanes con la ocupación nazi de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. “No se hace con blindados, ni con soldados, pero es también una ocupación”, aseguró.
La candidata ha posicionado a su partido como una fuerza antiinmigración que ofrece políticas proteccionistas para los trabajadores franceses de un mundo globalizado. Por lo mismo, de llegar al poder, ha prometido buscar la salida de Francia de la Unión Europea, algo que los expertos auguran no será nada fácil, pero que ya ha inquietado a los mercados financieros, preocupados por otra sacudida al estilo Brexit. La han tildado de tener también otros planes económicos “poco ortodoxos”, como abandonar el euro y obligar al Banco Central francés a financiar el gasto estatal.