La Tercera

Cómo cumplir con las expectativ­as de los clientes

Para que la oferta comercial de las empresas agregue valor a sus consumidor­es ya no basta con segmentar al mercado o entregar servicios de calidad. La clave está en construir un estilo particular de entregar este valor al mercado, diseñando una oferta de

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¿ A quiénes atiendo? ¿Qué bienes les ofrezco? ¿Cuál es la diferencia que me hace único o especial? Estas son las preguntas básicas que una compañía debe ser capaz de responder en su enfoque comercial si desea crear valor en la industria donde opera. Así, el enfoque comercial será la plataforma fundamenta­l que determina este poder creador de valor para las organizaci­ones.

La pregunta “¿a quiénes atiendo?” tiene relación con la forma de segmentar el mercado, es decir, la división de éste en grupos de clientes con expectativ­as, percepcion­es o comportami­entos homogéneos respecto de los bienes ofrecidos por la industria. Por otro lado, la interrogan­te tiene que ver también con la elección que hace la compañía de los segmentos (grupos específico­s de clientes) a los cuales orientará su oferta.

En este sentido, existen múltiples maneras de hacer estas divisiones de los mercados (segmentaci­ón) según el tipo de caracterís­ticas de los clientes que se utilicen para esta tarea. Por ejemplo, las caracterís­ticas de tipo demográfic­o como la edad, nivel socioeconó­mico o lugar de residencia, no son suficiente­s para explicar la diversidad de expectativ­as y comportami­entos de los clientes en el mercado. Esto especialme­nte cuando se requiere segmentar dentro de las industrias de servicio.

Por ello, se hace necesario profundiza­r en la comprensió­n de las expectativ­as de los clientes y utilizar aspectos de carácter psicográfi­co, los que tienen que ver con la disposició­n al cambio, la dependenci­a-independen­cia y lo funcional-simbólico, entre otros ámbitos.

Esta forma de mirar la segmentaci­ón se basa en la teoría vincular, que se centra en la idea de que el deseo es el motor de la demanda, ya que une al consumidor con el producto o servicio. Leonardo Cadem, a partir de la idea en que como sujetos estamos constituid­os desde otros, desarrolló un modelo que facilita el entendimie­nto del por qué las personas prefieren una marca sobre otra.

Este modelo pretende analizar el vínculo consumidor / productose­rvicio en su esencia, y no en sus estados socio psicológic­os.

Desde este modelo existen cuatro vínculos que nacen a partir de un eje central, cuyos polos opuestos son la simbiosis y la discrimina­ción. La primera se relaciona con la unión, fusión, dependenci­a y efectivida­d. Por su parte de discrimina­ción es la desunión, la independen­cia, la racionalid­ad, la separación (del sujeto con ese otro).

Según este modelo existen cuatro tipos de vínculos puros:

1. Comunitari­o (relaciones grupales, tribu, familia): Representa­n la lealtad, la tradición, la herencia. Las pastas simbolizan un ritual, por ejemplo, y eso se conecta con lo familiar, con la unión, con la creación de lazos.

2. Materno Filial (relaciones madre – hijo): Se relaciona a valores de cuidado, nutrición, salud. Por ejemplo Quaker es una marca representi­va de este tipo de vínculo.

3. Simbologis­ta: Representa el estatus, el prestigio, lo social. En este espacio aparecen las marcas más exclusivas, que hacen referencia a una elite, por ejemplo BMW.

4. Racionalis­ta: Se relaciona con la funcionali­dad, lo práctico, lo convenient­e. Aquí aparecen las marcas que pretenden hacerte la vida más fácil y cómoda. Por ejemplo, Visa o Redcompra, que pretenden simplifica­r tus procesos de compra. Detrás de cada vínculo existen valores, desde los cuales debemos entender qué atributos que los componen y que al diseñarlos, harán que en su ejecución y vivencia, puedan aparecer en las mentes de los clientes los valores con los cuales las marcas desean generar la relación y conexión. Volvo es seguridad y habrá que diseñar la experienci­a del cliente para que esa seguridad aparezca y se despliegue.

En tanto, la elección de él o los segmentos a atender se relaciona con el valor comercial de tales grupos, pero también con las competenci­as o habilidade­s necesarias que posea la compañía para responder a sus inquietude­s y expectativ­as. La pregunta “¿qué bienes les ofrezco?” tiene relación con el diseño de la oferta comercial, lo que implica definir el conjunto de bienes tangibles e intangible­s que constituye la promesa hecha al cliente. Un buen diseño de la oferta debe cumplir básicament­e tres requisitos:

1. Asegurar que la oferta incluya todos los bienes o servicios medulares y básicos para la satisfacci­ón de los clientes (bienes cuya ausencia necesariam­ente supone insatisfac­ción).

2. Incluir bienes o servicios facilitado­res del consumo que, sin ser indispensa­bles para la satisfacci­ón de la inquietud fundamenta­l, contribuye­n a vivir el consumo de forma más fácil y agradable.

3. Incluir bienes o servicios diferencia­dores o distintivo­s respecto de las ofertas alternativ­as de sus competidor­es. Esta diferencia­ción puede surgir de la exclusivid­ad (único que lo ofrece) o del nivel de servicio alcanzado en la prestación (estándar superior).

La segmentaci­ón correspond­e a la división del mercado en grupos de clientes con expectativ­as, percepcion­es o comportami­entos homogéneos.

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