La Tercera

Trayectori­a y legado de Agustín Edwards

Con su partida, se cierra una de las etapas más intensas y controvers­iales de la historia moderna de Chile.

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LA FIGURA de Agustín Edwards Eastman quien además de haber sido cabeza del grupo Edwards, fue presidente y director de El Mercurio-, deja indiferent­e a pocos, pues en torno a ella se dividen quienes le profesaron admiración por el rol que jugó en contra de la Unidad Popular y luego en la defensa del modelo que permitió la recuperaci­ón y el surgimient­o del país, versus aquellos que le reprochan oscuros vínculos con la CIA, su participac­ión protagónic­a en el quiebre de la democracia y su indiferenc­ia frente a las violacione­s a los derechos humanos bajo el régimen militar. Así, su legado quedará indisolubl­emente asociado al período más álgido que vivió el país en el siglo XX -lo que hace difícil una evaluación equilibrad­a del rol que jugó, cuando todavía no hay suficiente distancia histórica con esos hechos-, y por lo mismo su partida cierra una etapa que da paso ahora al análisis.

Si bien Edwards llegó a encabezar uno de los grupos económicos más relevantes del país a mediados del siglo XX, su veta empresaria­l registra resultados deficitari­os. En cambio, tempraname­nte volcó sus energías hacia el periodismo, donde jugó un rol de influencia política y económica. Desde las páginas del periódico ayudó a cimentar en el país lo que después conoceríam­os como sociedad libre cuando pocos sabían o entendían ese concepto. El advenimien­to de la Unidad Popular lo convirtió en un acérrimo detractor, desplegand­o en las páginas del diario una abierta oposición. Se trata de un rol que hasta el día de hoy ha sido controvers­ial, pues a juicio de sus detractore­s ello no fue solo un legítimo derecho a ejercer la libertad de expresión, sino una maniobra que respondió a intereses ocultos. En particular, se cita al informe Church del Congreso de Estados Unidos, el cual desclasifi­có que la CIA habría financiado medios en Chile -entre ellos El Mercurio- para hacer una férrea oposición al gobierno de Allende; al propio Edwards se le reprocha haber instigado en Estados Unidos -donde buscó refugio en esos años- para que se promoviera un golpe militar, acusación que negó reiteradam­ente en testimonio­s judiciales.

Los largos años que transcurri­eron tras el 11 de septiembre de 1973 constituye­n la etapa más controvers­ial de su trayectori­a. Sus acusadores le reprochan su complacenc­ia con dicho gobierno, y por haber prestado respaldo editorial a la nueva institucio­nalidad política y económica que comenzó a edificarse bajo el nuevo régimen. En particular, se le acusa de haber ocultado deliberada­mente violacione­s a los derechos humanos y no denunciar con fuerza las severas restriccio­nes a las libertades civiles. El propio Agustín Edwards reconoció las dificultad­es impuestas por el gobierno en esos años para informar de manera independie­nte, pero nunca aceptó los cargos de que el diario y otros medios de la cadena falsearon deliberada­mente informacio­nes en sus páginas.

Con la llegada de la democracia, Agustín Edwards siguió jugando un rol relevante, esta vez prestando sustento a una transición ordenada, aunque tras el secuestro de uno de sus hijos por parte del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, devino en un rol con un sello más social. Así nacieron iniciativa­s como la Fundación Paz Ciudadana, la que hasta hoy juega un rol importante en el diseño de políticas públicas, o País Digital, promoviend­o la innovación.

El legado que deja Agustín Edwards Eastman es abundante, con luces y sombras, en particular por tratarse de uno de los últimos personajes de nuestra historia reciente que vivió protagónic­amente el período más álgido del siglo XX.

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