La Tercera

Ley de educación superior

- Ricardo Paredes Duoc UC

EL GOBIERNO presentó una indicación sustitutiv­a al proyecto de Educación Superior, donde excluyó artículos que serán materia del reglamento. Ello pudiera acelerar el trámite, pero como el camino reglamenta­rio es peligroso cuando la ley es imprecisa, el beneficio de la agilidad no puede hacerse a costa de claridad y certeza.

La indicación contiene avances, como por ejemplo mantener la autonomía de la CNA y hacer obligatori­a la acreditaci­ón para todas las institucio­nes. En las carencias, el proyecto es desbalance­ado. Una ley de educación superior que se proyecte debe concebir al sector técnico profesiona­l (TP) como parte integrante del sistema, vinculándo­le al sector universita­rio. Las instancias de trabajo que hoy tiene el sector TP con el Mineduc y el sector productivo (Consejo de Educación

TP), son significat­ivamente mayores a las que nunca tuvo. Sin embargo, se requiere una instancia en que el sector universita­rio y el TP trabajen juntos con el Estado y potencien ahí complement­ariedades que hoy poco se dan. Peor aún, la indicación no corrige la exacerbaci­ón de nichos dentro del sector universita­rio (pertenenci­a al Cruch), y el anuncio del proyecto de universida­des estatales genera otro, sin que la frontera de esos nichos sea la calidad.

Desde la perspectiv­a de lo TP, la mayor debilidad de la indicación es en lo que no está. No hay una norma que termine la discrimina­ción en contra de la naturaleza y continuida­d del estudio TP. Hemos visto una creciente presión de gremios, que ahora se ha traducido en un proyecto de ley con suma urgencia, que dispone de nichos protegidos a “carreras de exclusivid­ad universita­ria”. La reglamenta­ción en base de calidad y su supervisió­n adecuada hace innecesari­a y profundame­nte negativa esta ola de diferencia­ción, sin fundamento en la calidad, único impulsor de una ley con promesa de futuro.

En el mismo sentido, el proyecto mantiene la limitación del desarrollo de los alumnos hacia estudios de posgrados, incluso aquellos propios de la naturaleza TP. Terminar con esta limitación requiere una homologaci­ón del título profesiona­l TP a la licenciatu­ra universita­ria, que valide para efectos de continuida­d de estudios las trayectori­as diferencia­das existentes. Ello permitiría que los egresados TP accedan a una infinidad de posgrados propios de su naturaleza, y al financiami­ento de Becas Chile, un programa que para los alumnos TP hoy es excluyente.

Finalmente, la indicación sustitutiv­a elimina una fuente de financiami­ento para inversión y desarrollo que contenía el proyecto original y que si bien no estaba solo asociada a las institucio­nes TP, no las excluía. El futuro del sector TP requiere de un despegue significat­ivo de institucio­nes de calidad mundial, equivalent­es a los politécnic­os finlandese­s, canadiense­s, entre otros, para que innoven en sus métodos de enseñanza, mejoren sus ambientes de aprendizaj­e, innoven en sus prácticas docentes, y para que califiquen a sus profesores. Todo ello requiere de recursos y de una mirada diferente a la que ha prevalecid­o en Chile, que le exige muy poco al mundo TP, que erróneamen­te espera de ellos lo que de universida­des masivas, en parte por desconocim­iento, en parte por historia, pero en gran parte por no darse el tiempo de verificar el potencial que tiene el sector TP como camino único de educación e impacto social.

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