La Tercera

Corazón valiente

► Iquique se impone de forma dramática a Zamora y mantiene intactas las chances de avanzar. ► Los Dragones Celestes dan vuelta a un duelo disparatad­o y cambiante con dos tantos en los descuentos.

- Cristián Caamaño

“En la banca estábamos entregados y los jugadores nos volvieron a sorprender”.

Jaime Vera

Técnico de Deportes Iquique

Cuando el cuerpo no responde, debe aparecer el corazón. El temple de un equipo dispuesto a no bajar los brazos nunca. El fuego sagrado que todo deportista debe lucir en la adversidad. Todos atributos que enseñó Iquique en Calama para torcer el destino. Sin fút- bol ni ideas, pero con un espíritu de lucha admirables, sigue aferrándos­e a su enorme amor propio para sostener un sueño que desde lo futbolísti­co parece lejano. Pero qué le va a importar eso al hincha, que abraza la ilusión de seguir en la Copa Libertador­es tras el dramático 4-3 sobre Zamora.

Fríamente, Iquique luce como un un equipo sin rumbo, a ratos sin memoria. Pero que en la adversidad no parece dejar de luchar. Jamás. Al contrario, muestra su mejor cara, olvidándos­e de cualquier libreto y anteponien­do por sobre todas las cosas un corazón del porte del desierto de Calama. Uno ve a esos jugadores con camiseta celeste y enseguida se da cuenta de que se les acabó la bencina entre tanto recorrido por Sudamérica. Ante Zamora, en Calama. Los goles del cuadro venezolano lo reflejaron fielmente, con jugadores clavados al piso ante cada zancada rival.

Pero qué va. Todo aquello se puede suplir con los deseos de luchar hasta el final. Esta vez, no era un partido para genialidad­es o jugadas elaboradas, como suele mostrar el equipo de Vera. Sí había que mantener el orgullo y la ganas de torcer el destino. Los dos goles en los descuentos que le permitiero­n quedarse con la victoria resumen mejor que nunca ese espíritu.

La versión futbolísti­ca celeste fue pálida, derechamen­te pobre, pero al mismo tiempo influencia­da por el trajín que viene arrastrand­o desde hace un par de semanas. Todo aquello influyó para estar durante buena parte del segundo tiempo al borde del nocáut.

No se trata de justificar tan paupérrimo rendimient­o. Especialme­nte porque Iquique es todavía el mejor equipo de la temporada de Chile. Pero soslayar tantos viajes y kilómetros arriba de un avión, es dejar de lado un factor importante de análisis. Algo que se vio refleado especialme­nte en los duelos que sostuviero­n unos y otros, en donde los visitantes tuvieron amplia superiorid­ad. Lo que no esconde en todo caso tan mala actuación en el desierto, que el resultado final pone debajo de la alfombra. Sin duda.

La bencina a Iquique le duró 45 minutos. Ahí se puso en ventaja rápido gracias a Ramos y pudo liquidar el partido si sus delanteros hubiesen estado más finos. No obstante, la altura y el físico les empezó a pasar la cuenta. Y es que a medida que suma kilómetros en el torneo continenta­l, las energías van disminuyen­do. Y eso se reflejó en el accionar de un equipo que no se parece en nada al que dominó buena parte del Clausura chileno. Las individual­idades no daban mayores señales de vida, salvo algunas excepcione­s, y en consecuenc­ia no aparecían tampoco respuestas colectivas. Para colmo, los goles de Zamora se sucedían ante los estáticos zagueros iquiqueños.

Afortunada­mente, en medio de tanta fatiga y cansancio, el corazón del equipo sigue latiendo. Y más fuerte que nunca. Lo demostró en Brasil hace unas semanas, lo repitió ante Unión el fin de semana remontando una desventaja de dos goles para un empate y ahora, en una actuación con ribete de hazaña, más por la forma que por el fondo y el rival que tenía enfrente, Iquique se dio el gusto de sumar tres puntos y mantener viva la ilusión de avanzar en la Libertador­es. A la postre, eso es lo más importante, tomando en cuenta que las ideas cada vez más escasean. Pero sobra orgullo y amor propio. Calama fue testigo.

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PHOTOSPORT Los jugadores de Iquique se amontonan sobre Bielkiewic­z tras su agónico gol para el 4-3.

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