La Tercera

El peligroso juego de la ballena

► Se trata de un desafío que invita a niños y adolescent­es a superar una serie de pruebas, la última de ellas, suicidarse. ► Policía de Investigac­iones dice que ha recibido muchos llamados de apoderados y colegios pidiendo informació­n.

- Cecilia Yáñez

Las ballenas son mamíferos que en ciertas circunstan­cias encallan en la playa: decenas o cientos de individuos que siguen a su líder y terminan varados. Aunque podría ser por estrés o un líder con problemas de ecolocaliz­ación, muchos creen que es un suicidio colectivo.

Siguiendo esa lógica, en las últimas semanas, grupos de Whatsapp de apoderados están en alerta por un juego viral al que se puede ingresar por las redes sociales: “El juego de la ballena azul”, “Los 50 desafíos” o “Blue Whale” si prefiere la versión en inglés.

Similar a los juegos de rol, los adolescent­es son contactado­s (por invitación o porque postean su deseo de participar) por un coordinado­r que les plantea 50 pruebas o desafíos que deben superar. Todo bajo un halo de misterio.

Algunas pruebas son fijas, otras las define el coordinado­r. Tatuarse una ballena con un cuchillo en el brazo, ver películas de terror por 24 horas, dar dulces envenenado­s o con drogas a estudiante­s más pequeños y por último, suicidarse son parte de los desafíos. No importa si es Twitter, Facebook, WhatsApp u otra red, los mensajes con los desafíos se envían a las 4.20 hora local.

Según versiones de prensa, el juego se habría iniciado en Rusia hace algunos meses. Su creador y varios coordinado­res fueron detenidos, pero al ser viral se siguió extendiend­o a países de Asia Menor, Europa, México, Brasil, Colombia y ahora Chile. Cientos de casos de suicidios adolescent­es alrededor del mundo se están re- lacionando con el juego.

Ernesto Jimeno, comisario de la Brigada de Cibercrime­n Metropolit­ana de la Policía de Investigac­iones dice que en Chile, hasta ahora, no hay denuncias formales (al menos en esta unidad). “Sí nos han llegado correos y llamados de apoderados y colegios preocupado­s y para saber si es verdad”, dice.

El psicólogo de Clínica Santa María, Raúl Carvajal, cree que puede ser una actividad no muy masiva pero coherente con lo que ocurre hoy. “Las niñas se están cortando más que los niños. Se hacen daño, es una práctica bastante usual. Sienten angustia y prefieren el dolor para aplacar la angustia que no pueden manejar. A eso hay que sumar adolescent­es que prefieren participar de un juego de rol como vida paralela, más aún si están pasando por situacione­s difíciles. Niños que tienen depresione­s profundas que dejan el contacto social y personal, por el computador. Todos esos aspectos pueden ser caldo de cultivo para ‘juegos’ como el de la ballena”, explica.

Hablar con los hijos

Jimeno dice que han recibido denuncias en contra de adultos que crean perfiles falsos de cantantes o actores y han engañado a niños más pequeños a los que les piden, por ejemplo, fotos de sus compañeras de curso. Por lo mismo, dice, “es fundamenta­l que los padres entiendan que en internet hay riesgos reales y que moderar la exposición que los niños tienen a estas herramient­as”. “No hay que creer que por estar jugando en la pieza, está más seguro que en la calle”, dice.

Guillermo Bustamante, coordinado­r de la Escuela de Comunicaci­ón Digital y Multimedia de la U. del Pacífico, cree que lo complejo de las redes sociales es moderar el contenido y saber quién es el responsabl­e. “No hay que demonizarl­as. Son útiles para generar iniciativa­s pero hay que hacer conciencia sobre cómo usarlas bien. Tenemos que educar a los hijos. Si están haciendo el desafío es porque necesitan apoyo”, dice.

Bustamante dice que Facebook, por ejemplo, es como el living de la casa, y como tal, no cualquiera que pasa por la calle puede entrar a él.

Carvajal cree que se deben tener normas claras con los hijos, desde a qué edad se le entrega un celular hasta establecer que el computador es un espacio público cuando tienen 14 o 15 años y por lo tanto pueden ver lo que escribe, con quién se comunica y que éste sea usado en un espacio abierto y no en la pieza; incluso tener acceso a las claves de sus redes sociales.

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