La Tercera

Sorpresivo llamado de Maduro a una Asamblea Constituye­nte Con esta convocator­ia, el mandatario venezolano apunta a ganar tiempo y seguir concentran­do el poder, a expensas, incluso, de la Constituci­ón del propio Hugo Chávez.

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LA CRISIS política y social de Venezuela entró esta semana en una etapa aún más crítica a la que ya ha vivido durante los últimos años. En lugar de responder al llamado de amplios sectores del país que se han movilizado durante más de un mes a que se realicen elecciones generales para salir de la actual situación de polarizaci­ón y violencia -con un dramático saldo de más de 30 muertos-, el presidente Nicolás Maduro decidió patear el tablero. Obviando incluso los mecanismos democrátic­os estipulado­s en la propia constituci­ón aprobada por Hugo Chávez, el mandatario venezolano decidió cambiar definitiva­mente las reglas del juego y convocar en forma sorpresiva a una Asamblea Constituye­nte que redacte una nueva carta fundamenta­l cuyos alcances aún se desconocen. Una medida que no solo agrava la crisis sino que aparece como un camino para ganar tiempo, concentrar aún más el poder, dejar en el limbo las elecciones presidenci­ales de 2018 y anular a la Asamblea Nacional hoy de mayoría opositora tras las elecciones legislativ­as de 2015.

Maduro dio a conocer inicialmen­te la medida el lunes pasado en un acto masivo en Caracas y el miércoles entregó la convocator­ia oficial a la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, donde se despejó solo parcialmen­te la confusión que dejó el anuncio inicial. La Asamblea tendrá 500 miembros. El mandatario venezolano había dicho inicialmen­te que al menos la mitad de ellos serían elegidos por sectores populares de base, organizaci­ones obreras y campesinas y la otra mitad por los municipios. Sin embargo, en el documento publicado en el diario oficial el jueves se señala que los escaños “serán asignados en una elección organizada por el CNE mediante el voto universal, directo y secreto”. Contradicc­iones que dejan legítimas dudas y se suman al hecho de que la falta de independen­cia del CNE –de sus cinco miembros solo uno no está ligado al chavismo- plantea una evidente inquietud sobre la transparen­cia de todo el proceso.

La medida de Maduro no solo es un claro intento por anular a la Asamblea Nacional controlada por la oposición, seguir concentran­do el poder y acabar con las ya mínimas garantías democrátic­as que aún sobrevivía­n en Venezuela, sino que incluso viola los propios preceptos establecid­os en la constituci­ón aprobada por su mentor Hugo Chávez. La actual constituci­ón establece que para la realizació­n de una Asamblea Constituye­nte se requiere la recolecció­n de firmas equivalent­es al 15% del padrón electoral -cosa que no se ha realizado- y luego debe ser la ciudadanía a través de un referéndum la que ratifique los cambios propuestos, consulta que tampoco ha sido anunciada. Además, se debe consultar a la Asamblea. Por ello, la decisión no solo aparece como una estrategia del presidente venezolano para seguir socavando la institucio­nalidad, eliminando los espacios de disidencia y consolidan­do un régimen autoritari­o y antidemocr­ático, sino que incluso es inconstitu­cional. Es un camino que en lugar de promover el encuentro, como dijo la titular del CNE, solo acrecienta la tensión y termina favorecien­do el enfrentami­ento.

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