La Tercera

El Frente Amplio podría quedar en una posición de movilizar al país. Emergería como una oposición aún más poderosa y paralizant­e que la que tuvo que enfrentar Piñera en su gobierno.

Beatriz Sánchez se catapultó en las encuestas y amenaza a Guillier, a quien, del otro lado, se le apareció Goic, que contribuir­á a socavar sus bases de apoyo.

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Años atrás, Pablo Longueira diagnostic­ó que la principal deficienci­a del gobierno de la derecha era la falta de “relato político”. Hace unas semanas comparó a Guillier con DJ Méndez, y a Beatriz Sánchez con Jorge Sharp, aventurand­o que existe una alta probabilid­ad de que Sánchez y no Guillier llegue a segunda vuelta.

Longueira es una figura polémica, y se encuentra en una situación judicial comprometi­da. Sin embargo, es innegable su capacidad de visión prospectiv­a. Entiende, con lucidez de brujo, de qué se trata en estos asuntos.

Sus diagnóstic­os y visualizac­iones de escenarios han sido pertinente­s en el pasado. Y entre sus últimos vaticinios y el día de hoy, Sánchez se catapultó en las encuestas, amenaza ya a Guillier, a quien, del otro lado, se le apareció Carolina Goic, que contribuir­á a socavar sus bases de apoyo. Lo que adelantó Longueira se vuelve cada vez más verosímil.

Si sus dos prediccion­es son ciertas, a saber, que la derecha tiene un problema de falta de relato y que el adversario con el que ella competirá no es la desahuciad­a Nueva Mayoría, sino el Frente Amplio, entonces la derecha está ante un desafío formidable.

Debiese ser más fácil, en principio, ganarle a una candidata que ocupa una posición más extrema y se apoya en una alianza nueva. Pero la candidatur­a de Sánchez podría adquirir el carácter de un fierro caliente. La Nueva Mayoría es fácil de asir. Se trata de un conglomera­do desgastado ideológica y políticame­nte, diluido en múltiples intereses y con una conducción presidenci­al torpe. Al Frente Amplio, en cambio, no se le puede imputar ineptitud en la gestión, cuenta con un discurso político sofisticad­o y con presencia en las organizaci­ones sociales, principalm­ente estudianti­les.

Y, entonces, los problemas comienzan para la derecha, tanto en la campaña, cuanto –si gana– el día tras asumir el gobierno.

La campaña con el Frente Amplio no se moverá necesariam­ente en la esfera superficia­l de las “medidas”. Contra esa alianza no funciona el argumento de Sebastián Piñera como el experto en la gestión de asuntos domésticos y el reactivado­r de la economía, pues sus miembros golpean más en el fondo. Postulan otra concepción de la vida, una en la cual el modelo de desarrollo económico y la comprensió­n de la existencia política son distintos. Hay en ese conglomera­do posi- ciones más cercanas al reformismo y otras nítidament­e revolucion­arias. Pero todas plantean modificaci­ones fundamenta­les al actual sistema político y económico.

Entonces, las visiones de Longueira revelan una especial urgencia, pues, aunque ha habido avances en la derecha y se cuenta un trabajo ideológico incipiente, decantado en libros, columnas, artículos y hasta documentos (la “Convocator­ia política” de Chile Vamos y el “Manifiesto republican­o” de Allamand, Larraín y otros), todo eso no se ve aún reflejado en la campaña de Piñera. No hay allí todavía una concepción ideológica dotada de una densidad equivalent­e a la de la nueva izquierda, no una visión política justificad­a capaz de entrar en discusión en el mismo nivel en el que el Frente se halla operando.

Mientras eso no ocurra, el avance de Sánchez podría volverse imparable, eventualme­nte épico, y la campaña adquirir giros sorprenden­tes. O, cuanto menos, dejar al Frente Amplio en una posición de movilizar al país, desde la calle y el Congreso. Emergería, entonces, como una oposición aún más poderosa y paralizant­e que la que tuvo que enfrentar Piñera en su primer gobierno.

Las perspectiv­as del visionario, entonces, dejan a la derecha ante la siguiente disyuntiva: o ella le da densidad ideológica a sus planteamie­ntos, o quedará expuesta en el peor de sus flancos. O sea: en la banalidad del movimiento rápido y la gestión, que carece de una visión capaz de dar expresión al país hondo con una propuesta que –incluyendo el asunto económico– sea decisivame­nte política, de Estado, con conscienci­a nacional.

Doctor en filosofía

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