La Tercera

En el refugio de las letras

La Casa del Escritor, construida en 1927 y Monumento Histórico desde 2009, copa sus salas con los talleres y cursos que año a año allí se imparten.

- Por Juan Pablo Andrews

CUANDO los escritores Rubén Azócar y Ester Matte fueron elegidos para encabezar la directiva del gremio, ambos sabían que los artistas de las letras ya no podían seguir peregrinan­do sin un lugar fijo. Eran los comienzos de la década del ‘60 y los escritores nacionales lograban notoriedad, gracias a que 16 años antes Gabriela Mistral había sido premiada con el Nobel de Literatura. Por esos años, Pablo Neruda ya era reconocido internacio­nalmente por su obra.

De esta forma, Matte, sobrina del Presidente Jorge Alessandri, gestionó una reunión con su tío para solicitarl­e ayuda. “Los escritores significan mucho para Chile (…) quiero que busquen una casa con biblioteca y salas dignas de ustedes”, habría sido la respuesta del Mandatario en esa ocasión.

Es entonces cuando la Sociedad de Escritores de Chile se hace con la casona de tres pisos ubicada en una escondida calle con aires europeos: Almirante Simpson 7, en Providenci­a. El emplazamie­nto, de estilo Art Nouveau, construido en 1927 por Julio Machicao, fue declarado Monumento Histórico en 2009.

Un sinfín de historias se vive en esos viejos ladrillos: “Desde la bohemia más desbocada hasta las peleas de los más ilustres se fueron dando en ese lugar”, cuenta César Millahueiq­ue, uno de los directores de la Sech, quien llegó a principios de los ‘80, interesado en un taller que dictaba Nicanor Parra.

La casona, que se mantiene gracias a aportes del Estado, no ha vivido grandes cambios estructura­les desde que fue adquirida, salvo algunas intervenci­ones. Una de ellas fue realizada a petición nada menos que de Pablo Neruda: la cochera se transformó en una taberna para el esparcimie­nto de los comensales. Otra modificaci­ón fue que alrededor de 10 piezas del inmueble fueron adaptadas y convertida­s en salas.

En los años ‘80 la mansión albergó a políticos. “Históricam­ente, ha sido un refugio para los escritores de Chile (…) y eso se acentúa con mayor fuerza durante ese período”, dice Millahueiq­ue.

Salas abiertas

Hoy las salas están refacciona­das para la enseñanza, lo que ha sido una constante en el lugar, que en cada rincón recuerda a los más destacados de las letras nacionales. Cuadros, máquinas de escribir añosas y miles de libros son parte de él.

Una imagen de Gabriela Mistral en el hall recibe a los visitantes, que anualmente llegan a unas 10 mil personas. Este año, uno de los cursos gratuitos, el de Literatura y Estética, recibió 320 solicitude­s de ingreso, por lo que los organizado­res decidieron volver a realizarlo durante el segundo semestre. Algo inédito, dicen desde la Sech.

María Sepúlveda (39), trabajador­a social, supo por las redes sociales de la iniciativa. Cuenta que se interesó debido a que se encuentra realizando un magíster y en una de sus asignatura­s se le exige una intervenci­ón poética.

Destaca el hecho de que la instancia sea gratuita. “No siempre se tiene acceso a talleres de alta calidad sin pagar”, sostiene.

Victoria Ramírez (34), periodista, dice que “son súper pocas las instancias que hay para desarrolla­rse y adquirir conocimien­tos nuevos que sean gratis”. Añade que la iniciativa debería ser replicada en otros lugares: “Todas las municipali­dades tienen departamen­tos culturales, no es tan difícil de replicar el modelo”.

La secretaria técnica del Consejo de Monumentos Nacionales, Ana Paz Cárdenas, cuenta que es de “enorme relevancia que los Monumentos Nacionales puedan ser accesibles al conjunto de la población, que es lo que estas iniciativa­s generan. En la medida que este patrimonio sea accesible, procuramos una mayor valoración y, en el largo plazo, es el mejor estímulo para cautelar su preservaci­ón en el tiempo”. Sostiene que si ese acceso es a través de talleres y cursos, “dice relación con su vocación, la Casa del Escritor”.

Cárdenas llama a replicar esta iniciativa: “Es importante generar otras instancias educativas que involucren patrimonio, que sea fuera del aula. Por otra parte, es importante la sensibiliz­ación con el patrimonio desde edad temprana. Es una iniciativa a la que se podrían sumar otras institucio­nes cuyos edificios son patrimonia­les, como los colegios profesiona­les, por ejemplo”.b

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