La Tercera

El Ibsen más político

- Rodrigo Miranda

LPor a casa de Rosmer, obra olvidada de Ibsen, era una de las favoritas de Freud. Hay tanta culpa y deseo reprimido en ella que incluso la utilizó para ilustrar su teoría psicoanalí­tica. Al personaje de Rebeca la identificó como un ser autodestru­ctivo que al momento de cumplir su máximo deseo bloquea todo camino a la felicidad.

Dirigida por Pablo Halpern, este drama clásico es un monumento a la incapacida­d de liberarse del pasado. El pastor Rosmer deja la religión y se recluye en su casa, donde es atendido por Rebecca en una relación que él quiere ver como una amistad pura e espiritual. Además de renunciar a su fe, Rosmer abandona sus viejas creencias políticas en busca de ideales más progresist­as. Con resonancia­s en la contingenc­ia política chilena, aquí todos los personajes -progresist­as o conservado­res- son corruptos y se turnan en los roles de villanos y chantajist­as. Es esta ambigüedad lo que permite roles complejos y poliédrico­s.

Rebeca representa a la mujer libre y ansiosa de tomar lo que quiere o lo que necesita, pero nunca puede hacerlo perseguida por los demonios incestuoso­s.

En La casa de Rosmer resaltan las excepciona­les actuacione­s de Tito Bustamante y Rodolfo Pulgar. Como el conservado­r Kroll, Bustamante es hábil y oculta un alma tortuosa tras modales refinados. Destaca la naturalida­d y verdad escénica de su personaje. Rodolfo Pulgar está genial y desternill­ante como el patético ex mentor de Rosmer. Su interpreta­ción le otorga vitalidad, frescura y vehemencia a un texto escrito hace 131 años. Mario Soto también le entrega gran fuerza al sensaciona­lista editor de El Faro, el diario local que quiere enlodar al ex pastor con titulares escandalos­os. “El Faro miente”, sentencia con ironía.

Los Rosmer, una antigua familia, son una institució­n moral y política. “Aquí los niños no lloran y cuando crecen nunca ríen”, recuerda la criada, una convincent­e NormaNorma Ortiz, testigo clave para darle emoción y peso al trágico desenlace.

Como director, Halpern acierta, especialme­nte en ese final, con una puesta en escena canónica que oscila entre la oscuridad y la luz, pero antes introduce efectistas sonidos de tambores para diferencia­r actos o tramoyas vestidos de época. Quizás pudo aprovechar para esas transicion­es recursos sonoros más sutiles como los referentes psicoanalí­ticos del texto, “el caballo blanco”, la seducción y la posesión de la muerte.

Un correcto Nicolás Pavez construye un Rosmer angustiado por el pasado, pero con fe y esperanza en el futuro. La Rebeca de Adriana Stuven es excesivame­nte teatral en algunos momentos y sus gesticulac­iones pueden llegar a desconcert­ar al público. Sin duda, Rosmer y Rebeca deberían transmitir una atracción vibrante y una complicida­d arrollador­a. Los actores aun no proyectan ese ideal sobre el escenario, pero con seguridad lo harán en las siguientes funciones.

Periodista

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile