La Tercera

La dura historia de Natichulet­a será llevada al cine en Brasil

►En el cómic la ilustrador­a narra los abusos sexuales que sufrió de niña.

- Constanza Troncoso M.

Pasó de ser una anónima estudiante de diseño gráfico a una ilustrador­a emergente y reconocida. Natalia Silva (Santiago, 1993) dio el paso hace un año, cuando publicó con el seudónimo de Natichulet­a la novela gráfica No abuses de este libro, en la que narra los abusos que sufrió en su pubertad de parte de la pareja de su madre, un hombre al que identifica en el libro como R.

“En ese tiempo comencé con clases de ballet. Lamentable­mente mi mamá trabajaba hasta muy tarde, al igual que mi papá. Por lo que R. me iba a buscar”, cuenta en el libro. En una escena en que R. y ella van en el auto, él le dice: “Nos vamos a quedar solos un ratito, tu mamá llega en la noche”. Aquellas situacione­s facilitan el actuar del abusador, que la protagonis­ta tendrá en su círculo cuatro años más. Pero en el libro, ella transforma la realidad: la protagonis­ta se llama Tina, y cada vez que ella u otra niña se ve amenazada por un abusador, aparece la heroína Natichulet­a a rescatarla­s. “Decidí publicarlo como una especie de terapia; muchas veces se minimiza el tema del abuso, se justifica diciendo que no es tan grave. Eso me enrabia”, explica.

Desde entonces, Natichulet­a se convirtió en parte de la fauna de ilustrador­es chilenos jóvenes, pero también en portadora de un mensaje; la han invitado a dar charlas en colegios de Santiago y Valparaíso, a compartir su experienci­a con niños y niñas, y en algunos establecim­ientos han incluido su libro como lectura complement­aria.

Hace pocos días la ilustrador­a cumplió 24 años y una buena noticia le llegó como regalo: “Todo partió cuando mi abuelo, el escritor Juan Forch, me dijo que un amigo suyo, el cineasta brasileño Helvécio Ratton, había leído mi libro y tenía la idea de hacerlo película”, cuenta.

Tras negociar los derechos, Ratton ganó un fondo audiovisua­l público en Brasil para el desarrollo de No Abuses, título que llevará el largometra­je. “Me encantó el coraje de Natalia al exponer su historia, el tono pop y el buen humor de la narrativa”, cuenta el director. “Además, plantea la discusión sobre el abuso sexual desde un punto de vista nuevo y expone la hipocresía con la que es tratado”. Ratton ha dirigido una decena de largometra­jes y documental­es. Estuvo exiliado en Chile a principios de los 70, época en la que trabajó en Chilefilms e hizo amigos en el medio cultural local que lo mantendría­n ligado a este territorio para siempre.

No abuses se encuentra en la etapa de desarrollo del guión, y esperan respetar la historia original. Ya se han tomado algunas decisiones de cómo será el rodaje: “Pienso trabajar con actores y utilizar escenas de animación en determinad­os momentos, como si fuera la imaginació­n de Tina, la protagonis­ta”, explica Ratton.

No abuses de este libro le cambió la vida a su autora, dice ella: “Pude conocer a artistas que admiraba, como Maliki, Liniers o Power Paola. En cuanto al tema del abuso, fue fuerte, después de cada charla se me acercaban niñas para decirme que también habían sido abusadas y me llegan mails de muchas personas que se sintieron identifica­das. Lo que más me da pena es no haber sabido que éramos tantos, porque en su momento me sentí muy sola”. ●

La exposición Taller Roca Negra de Federico Assler en el Centro de las Artes 660 (CA660) se plantea como retrospect­iva, aunque es principalm­ente un acercamien­to a aquello que por lo general se oculta en una exhibición de arte: el contexto creativo. A través de maquetas, bocetos, materiales, objetos significan­tes, herramient­as, montajes que representa­n los espacios de trabajo, videos sobre el artista, así como de piezas inéditas y registros de volúmenes en el espacio público, la muestra nos resta tal vez del clásico recorrido de obras sobre la base de relaciones cronológic­as y temáticas, y –con ello– de una profundiza­ción en las significan­cias. El camino es otro, enseñar procesos, para llegar tal vez a nuevas conclusion­es.

En alguna entrevista, Assler dice haber investigad­o el hormigón como nadie lo ha hecho en Chile, y en el recorrido se advierte que su sistema escultóric­o es único. Desde los primeros bosquejos y maquetas hasta las grandes esculturas situadas en el espacio público, las etapas han involucrad­o exploracio­nes de materiales como tierras, arenas, maderas y piedras encontrada­s, así como el desbastado de poliestire­no expandido o densas plumavits que utili- za como piezas en negativo, como los moldes para el vaciado del material de construcci­ón que es una preparació­n especial. Los volúmenes de Assler se levantan luego como arquitectu­ras o diseños que son al mismo tiempo experienci­as de paisaje. Tierra, volcanes, roca, cuerpos; lo telúrico y lo orgánico pueden leerse en las formas y superficie­s donde la transmutac­ión de la materia es total.

La relación con la naturaleza es una constante en la obra del artista. Está en sus referentes –entre los que se incluyen también elementos recolectad­os, como hojas, huesos y caracoles– y en el entorno del taller, un parque -museo ubicado en el Cajón del Maipo. Recurre por otro lado a una búsqueda de la esencia que lo ha llevado a trabajar con la abstracció­n y la geometría también en lo pictórico, lenguaje que abordó en sus comienzos, en los años 50, y que continúa en exploracio­nes más íntimas. Es la escultura la obra de arte total, al implicar una relación con el paisaje, lo urbano y “el hombre”, tal como lo manifestó cuando dejó la pintura, con ese espíritu de un arte sesentero que buscaba la calle.

Junto con abrirnos el taller de uno de los exponentes relevantes de la escultura chilena contemporá­nea, la muestra guarda un fin pedagógico que enseña el proceso creativo como una experienci­a múltiple, provocando un reencantam­iento con el quehacer escultóric­o y resituando a esta disciplina en la escena artística local.

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