En vez de la derrota
REINA EL pesimismo en el campo de la centroizquierda. No son pocos los que piensan que las elecciones presidenciales están perdidas. Se equivocan. La presidencial está todavía abierta. Las adhesiones son blandas y los indiferentes mayoría. El riesgo de derrota es grande, pero ésta no es inexorable.
La Nueva Mayoría (NM) ha sido una muy mala sucesora de la Concertación. No ha sido capaz de respaldar con solidez y coherencia el gobierno de Bachelet y su valoración ciudadana es mala. Lo que constituye una verdad del porte de una catedral es que como tal, la NM no está en condiciones de ganar una nueva elección. Necesitamos cambiar de estrategia. Esto requiere audacia, lucidez y rapidez.
Hasta solo unos meses atrás, varios pensaban que la historia podía repetirse. Alejandro Guillier, una figura nueva, no contaminada con la actividad política irrumpía con fuerza en el escenario nacional. Su ascenso parecía imparable. Varias encuestas sugerían que el senador era lo que se andaba buscando: la figura providencial que aseguraría una victoria allí donde existían grandes posibilidades de derrota.
A poco andar comenzaron a surgir las dificultades. La experiencia de Bachelet el 2013 es irrepetible.
Políticamente, el epicentro de los problemas de la NM se sitúa en la DC. En el 2013, la amplia adhesión popular a Bachelet resultó irresistible para los sectores incluso más conservadores de la Falange. La DC se plegó en masa a la candidatura de Bachelet. Solo comenzó a plantear sus críticas una vez en el gobierno y cuando la popularidad de la Presidenta comenzó a declinar. Como culminación de su distanciamiento, una Junta Nacional viene de desestimar la idea de ir a primarias para competir directamente en primera vuelta.
Las formas han sido lamentables. Hay mucho de portazo y de ruptura unilateral. Si la opción de Goic no prende en la ciudadanía, la decisión de la Junta de la DC quedará para la historia como una gran deslealtad que le infligió una herida mortal a la NM y de paso aceleró su propia declinación.
Podría sin embargo, darse un escenario distinto: que Goic logre estructurar una campaña que permita perfilar una opción de centro, resueltamente democrática.
Una alternativa de este tipo podría recuperar una parte de la votación que se ha vaciado hacia la derecha acercándola hacia su tercio histórico. Si la DC alcanza, digamos, a un 15% y lleva a Piñera por debajo del 40%, la segunda vuelta es perfectamente ganable. Para ello, la DC debe poder afirmar sin complejos sus posiciones más moderadas y las diferencias que en varios planos mantiene con la izquierda.
Por su parte, la izquierda podría con mayor libertad actuar de acuerdo a sus propias convicciones. Mucha gente que hoy día se ha replegado hacia el abstencionismo podría recuperar entusiasmo frente a una oferta más diversificada. El proceso de bifurcación creciente con el Frente Amplio podría detenerse.
Un acuerdo en segunda vuelta en torno a: nueva Constitución, nuevo sistema previsional, fortalecimiento de la educación pública, defensa de la gratuidad y reforma de la salud pública, puede generar una mayoría claramente ganadora. Piñera no es Le Pen, aunque varios de los que lo apoyan se le parecen. Su proyecto es claramente reaccionario: busca retrotraer las reformas. Nadie debiera ser indiferente frente a una ofensiva conservadora que de imponerse implicaría una severa derrota para el conjunto de las fuerza progresistas.