La Tercera

La viuda embarazada

- Álvaro Ortúzar Abogado

ES SORPRENDEN­TE cómo, en las cuestiones de dinero y política, el panorama del candidato Sebastián Piñera puede cambiar de un día para otro en ciento ochenta grados. Lo primero fue su publicitad­o anuncio –un “gesto” unilateral jurídicame­nte hablando-, de que constituir­ía un fideicomis­o ciego asumiendo obligacion­es más allá de las exigidas por la ley e incluyendo en éste a su señora e hijos. Piñera fue el único entrevista­do y se explayó remarcando lo personalís­imo de su decisión.

El candidato no aclaró, sin embargo, que a continuaci­ón de este “gesto”, debería tener lugar un “acto” muy formal, que sí debía ajustarse a la ley y respecto al cual el “gesto” no tenía ninguna posibilida­d de realizació­n material. En efecto, correspond­ía efectuarse la declaració­n de patrimonio exigida de conformida­d a la ley. Dicha declaració­n obligatori­amente debía circunscri­birse al candidato, excluyendo a la esposa e hijos. Además, el valor de los bienes inmuebles se declararía conforme a su tasación fiscal, mientras que tratándose de acciones o valores mobiliario­s se informaría­n por su valor libro.

El “acto” se presentó a la autoridad en forma reservada, pero fue conocido y revelado por la prensa. El resultado de esto fue que los puntos de mayor interés periodísti­co del fideicomis­o, dados a conocer profusamen­te por el propio Piñera, no coincidier­on con la realidad. Así, de la noche a la mañana, la repetida noticia terminó con decepción y críticas después de que La Tercera recordara que un patrimonio conocido por la opinión pública en torno a los US$ 2.700 millones, según la revista Forbes, disminuía a US$ 600 mi“CUANDO llones y excluía a la familia cercana, todo ello según el “acto” oficial entregado a la autoridad de acuerdo a la ley.

Resulta inexplicab­le, a estas alturas de su experienci­a política, que una mente inteligent­e y sagaz como la de Piñera no previniera la profunda grieta entre el mensaje y –desde luego, siendo un tema tan sensible- las expectativ­as que éste generaría- y la realidad que finalmente salió a la luz. El “gesto” tan generoso y grandilocu­ente que difundió por la prensa como un hecho consumado no es más que un anuncio de algo que ocurrirá y al que aún le quedan muchos pasos por cumplir, lo que exigía mayor calma, quizás más ponderació­n y menos pirotecnia, sobre todo teniendo en cuenta las reacciones que genera en la opinión pública todo lo que tenga que ver con platas relacionad­as de cualquier forma con la política. Más aún en su caso, en que es de sobra conocido que el tema del dinero es la principal herramient­a de batalla de sus adversario­s políticos y, suponemos, es la razón que lo habrá llevado a pensar en un plan de administra­ción por terceros “más allá de la ley”.

Pero pudo más la naturaleza impulsiva de Piñera. Porque al final se difuminó el sentido del fideicomis­o, la gente quedó confundida entre el “gesto” anunciado y el “acto”.

El propio Piñera quedó enredado, algo así como si tuviese que explicar la trama del libro de Martin Amis: “La viuda embarazada”...

Es inexplicab­le que una mente tan sagaz como la de Piñera, no previniera la profunda grieta entre el mensaje de su patrimonio y la realidad.

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