La Tercera

Abandono de concesione­s hospitalar­ias

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La decisión del Ministerio de Salud, basada en inexplicab­les prejuicios ideológico­s, priva al país de infraestru­ctura que resulta indispensa­ble.

LA SENADORA y candidata presidenci­al de la Democracia Cristiana, Carolina Goic, sorprendió a sus aliados de la Nueva Mayoría (NM) al plantear que la decisión del actual gobierno de desechar las concesione­s hospitalar­ias fue un error, el cual ella espera revertir en un eventual gobierno suyo. “Lo que vemos acá es que los ideologism­os de café han significad­o no utilizar un mecanismo que permite avanzar con mayor celeridad en la reposición de infraestru­ctura hospitalar­ia (…) La discusión ideológica sobre un mecanismo nos inmoviliza”.

Esta declaració­n constituye un desmarque de las políticas que hasta ahora ha impulsado la NM, las cuales han estado impregnada­s de un fuerte sesgo estatista y una profunda desconfian­za hacia la iniciativa privada. Los dichos de la senadora no hacen más que dejar en evidencia que la decisión de abandonar las concesione­s respondió simplement­e a un capricho ideológico, sin mayor sustento técnico y en cambio abundante en prejuicios injustific­ados. Tal sesgo queda nítidament­e de manifiesto luego de las duras críticas del Partido Comunista hacia la senadora Goic, o por los dichos de un diputado oficialist­a y miembro de la Comisión de Salud, quien acusa que las palabras de Goic no hacen sino “pavimentar la senda a la privatizac­ión de los hospitales”.

Aunque es un paso positivo, los cuestionam­ientos a la política de concesione­s por parte de la DC son tardíos, cuando el daño ya se ha producido y su reversión no será sencilla. Cuán distinta hubiese sido la historia si el partido, en vez de sumarse sin reservas al programa refundacio­nal de la NM, hubiese salido oportuname­nte al paso de estas políticas regresivas, no solo en el ámbito de la salud, sino en todas aquellas áreas donde el reformismo erosionó la iniciativa privada y trastocó la vida de muchos, ya sea por la pérdida de empleos estables, o por las incertidum­bres provocadas en la educación particular subvencion­ada.

En el caso de la salud, las cifras son elocuentes en cuanto a las carencias existentes, y lo apremiante que resulta contar con nueva infraestru­ctura. El promedio de camas hospitalar­ias por habitante sigue siendo insuficien­te, más de 1,8 millones de personas esperan por una consulta médica (no GES) o por una cirugía. Si a ello se suman los crecientes costos en las prestacion­es de salud -que obligan a que el presupuest­o fiscal sea utilizado con especial rigor y bien focalizado-, la decisión que adoptó el Ministerio de Salud de detener el programa de hospitales concesiona­dos resulta inexplicab­le. La evidencia muestra que los hospitales actualment­e concesiona­dos en general exhiben buenos indicadore­s en aquellas áreas bajo gestión privada -que en general excluyen la gestión médica, a cargo de los respectivo­s servicios de salud-, en tanto el costo de construcci­ón sigue siendo menor que aquellos hospitales construido­s directamen­te por el Estado.

No hay razones técnicas de peso que avalen la decisión de no seguir adelante con las concesione­s -éstas se han basado en un modelo de asociación público-privada que al país le ha traído abundantes beneficios-, pero la ciudadanía sí está pagando el costo de estos prejuicios ideológico­s. La meta de construcci­ón de nuevos hospitales al término de este gobierno no podrá ser cumplida, lo que retarda el acceso a salud para vastos sectores del país.

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