La Tercera

PROBLEMA DE ENVERGADUR­A

- Juan Cristóbal Guarello Periodista

sacó a Julio Rodríguez del cuerpo técnico. Una cosa es despedir a alguien, otra es mandar al Cucho Salvatierr­a a hacerse el graciosito con guantes y que en uno de los banderazos payaseara como entrenador de arqueros.

¿Y la renovación de Garcés? Hasta Cauteruchi reconoció que el individuo de marras estuvo en la mesa con los dirigentes negociando la continuida­d del arquero. El entrenador negociando contratos de los jugadores con su representa­nte. Y a nadie le parece malo.

Dejo de lado su tren siberiano de superstici­ones: agua bendita, plantas de ruda, modelos de ropa y cuanta lesera existe. Da lo mismo, folklore por último. O que haya metido al hijo a hacer una pasantía eterna editando videos.

Siempre de vivo, de víctima, con el guiño, la ironía…

Pero, sabemos, la hinchada perdona todo con tal de ganar, hasta que le estén metiendo la mano en el bolsillo frente a sus ojos. Y se había instalado la idea de que el señor es “un ganador” con “estilo ofensivo”.

¿Seguros? El Apertura 2016 fue una larga pretempora­da donde no estuvo ni cerca de pelear el título. Luego ganó la Copa Chile, un título menor dentro de las vitrinas de Colo Colo, tanto así, que en años anteriores se había jugado con suplentes y juveniles.

En la Copa Libertador­es no pasó la segunda fase eliminator­ia. Quedó en el camino contra Botafogo haciendo un partido lamentable en el Monumental. Pero, claro, como es un “equipo brasileño” no había obligación de clasificar. Porque, ustedes saben, Colo Colo nunca le ganó a un equipo brasileño.

Finalmente este Clausura 2017. Claro, por ahí San Luis hace la gracia y Colo Colo sale campeón. A los rebotes. Lo tenía servido en bandeja, le alcanzó a sacar seis puntos de ventaja a la U en un torneíto de 15 fechas. Y está a un pelo de salir segundo. El equipo se vino abajo, de los últimos ocho partidos ganó dos, los rendimient­os individual­es cayeron con estrépito, cada punto comenzó a costar sudor y lágrimas. No mereció ganar en Viña del Mar e hizo todo lo posible para que Antofagast­a, que tiene su objetivo en zafar del descenso y nada más, le empatara en el Monumental.

Me explico, Colo Colo tenía a Antofagast­a en el arco, la figura era García. Aparte del gol de Rivero, se creó tres o cuatro claras oportunida­des de más. Estaba para apurar y matar el partido muy fácil. Pero ocurrió todo lo contrario: luego de abrir la cuenta a los 22’ del primer tiempo, el señor picardía frenó al equipo, contuvo a los laterales, entregó la pelota y dejó crecer a un rival que estaba en las cuerdas ¡Contra Antofagast­a de local! Y Antofagast­a, sin recursos ofensivos, con grandes problemas para hilar una jugada de peligro, se encontró que Colo Colo, de local, se le metía atrás y le entregaba la iniciativa. Cuando sacó a Rivero y puso a Morales para jugar al contragolp­e ya no hubo dudas: al señor de la banca le vino pánico escénico, se apretó como perno de muelle y se puso anteojos de cuero. Sacó su mejor hombre en ofensiva para especular con pelotazos largos para Morales. Como si estuviera jugando el descenso, como si el rival fuera el Real Madrid, como si Antofagast­a no llevara 24 años sin ganar en el Monumental.

Para mí el señor éticamente ya está cocinado. Ahora quedó claro que futbolísti­camente le quedó grande el asunto. Basta del verso del “ofensivo y propositiv­o”. Colo Colo tiene una historia y tiene títulos de verdad, con entrenador­es de distinto paladar, pero que ganaron cosas en serio y no andaban de vivos, manipulado­res o metiendo las manos en el cajón.

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