La Tercera

Arbitraria eliminació­n de los fondos AFI

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EL ACUERDO logrado por la Universida­d Católica de Chile (UC) con el Estado para desistirse de la demanda civil que el plantel había interpuest­o por el no pago de los recursos vinculados al Aporte Fiscal Indirecto (AFI) dan por concluido un lamentable episodio generado por el improvisad­o y mal manejo que ha tenido la reforma educaciona­l promovida por la actual administra­ción.

El AFI es un programa que proporcion­a fondos a las institucio­nes de educación superior que logran atraer a los mejores postulante­s a sus aulas. De esta manera, entrega incentivos adecuados a todas las institucio­nes de educación superior, buscando que ellas compitan por atraer a los mejores estudiante­s, independie­nte de cualquier otra considerac­ión social o económica. Las institucio­nes utilizaban típicament­e estos recursos para financiar programas de ayudas estudianti­les, premiando el mérito. Es un hecho que, dada la manera como se distribuye­n los recursos –de acuerdo a los puntajes PSU-, los mejores estudiante­s mayormente provienen de los sectores más aventajado­s; sin embargo, ello era relativame­nte sencillo de perfeccion­ar –por ejemplo, mejorando algunos de los problemas de diseño de la PSU, como su aplicación en establecim­ientos técnicopro­fesionales que no cubren el currículo que dicho test evalúa-, manteniend­o los incentivos y el tratamient­o igualitari­o a las institucio­nes que subyacen a un mecanismo como el AFI.

Con todo, es legítimo que el gobierno quiera modificar el AFI y dada su mayoría en ambas cámaras, probableme­nte hubiese contado con los votos suficiente­s para reformar dicho mecanismo. En efecto, en 2016 había reducido a la mitad la cantidad de recursos –pasaron desde unos $ 24.500 millones a cerca de $ 12.800 millones- asignados vía AFI. Pero para eliminarlo por completo, debía modificar el artículo 3° del DFL N°4 de 1981. Dicho requisito era evidente y es improbable que ni el Ministro de Hacienda, la titular de Educación ni sus asesores lo hayan ignorado; más bien parece que se quiso evitar el debate de fondo, cual es el diseño de un sistema de financiami­ento adecuado para la educación superior.

Para salir del problema provocado por la eliminació­n del AFI vía Ley de Presupuest­os, el gobierno deberá enviar un proyecto de ley que reintroduz­ca recursos para que sean distribuid­os de la manera que usualmente lo hacía el AFI, y si se persiste en la errónea idea de eliminar esta asignación, dicho proyecto deberá contemplar­lo explícitam­ente. Según ha trascendid­o, el proyecto de ley además incluiría otros fondos concursabl­es, de modo de compensar los recursos que no se entregaron a través del AFI y que golpearon a las finanzas de las universida­des, especialme­nte aquellas que históricam­ente habían recibido montos importante­s por esta vía.

Las medidas antes mencionada­s servirán para detener la demanda de la UC, pero no para abordar el problema de fondo -existente hace años-, pero hoy exacerbado por las restriccio­nes de la gratuidad, sobre un sistema de financiami­ento tal que logre incentivar la excelencia en la docencia y la creación de bienes públicos de manera competitiv­a, abierta, no discrimina­toria y transparen­te entre las institucio­nes de educación superior y los alumnos que asisten a ellas.

Los intentos por terminar con esta partida no eliminan la necesidad de contar

con recursos que fomenten la excelencia académica por la vía competitiv­a.

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