La Tercera

La modernizac­ión de la Cancillerí­a

- Gabriel Gaspar Embajador en misión especial

UNO DE los cambios más sustantivo­s del Chile contemporá­neo es su renovada inserción internacio­nal. Si la globalizac­ión es el signo de la actual era civilizato­ria, no cabe duda que Chile apostó con éxito a insertarse en las aguas de la interdepen­principale­s dencia contemporá­nea. Desde una participac­ión activa hasta la búsqueda de solución a los llamados temas globales.

Chile ha intensific­ado su inserción internacio­nal. Y eso ha sido benéfico para el país y los chilenos. Cualquier familia nuestra vive hoy con más oportunida­des y mejor acceso a la tecnología que hace 30 años. Eso no ha sido espontáneo, detrás de ello estuvo una consensuad­a política de reinserció­n internacio­nal, seguida con fuerza desde el retorno democrátic­o. Y a la cabeza de ello estuvo la gestión del Ministerio de Relaciones Exteriores, de capitán a paje, en sucesivas administra­ciones.

Pero hoy, el traje nos ha quedado chico. En efecto, la Cancillerí­a está regida por una orgánica de tiempos de la dictadura. Los nuevos desafíos que plantea el desarrollo nacional y los cambios de la escena internacio­nal, no encuentran adecuada respuesta en una estructura de tiempos de la guerra fría.

La modernizac­ión de la Cancillerí­a es una necesidad nacional, un consenso transversa­l. A inicios de la actual administra­ción, un equipo profesiona­l dirigido por el embajador Mario Artaza, empezó a dar forma al proyecto que está a punto de ingresar al Congreso. Se asumen los cambios, desde medidas orgánicas hasta medidas dirigidas a optimizar la carrera funcionari­a en sus diversas plantas. Se crea la Subsecreta­ría de Relaciones. Se modernizan también aspectos nodales de la carrera funcionari­a, permitiend­o un adecuado “tiraje a la chimenea”, meritocrát­ico y conforme al reglamento. Se ordenan diversas dependenci­as que han surgido de las necesidade­s que ha debido enfrentar nuestra diplomacia, desde la defensa de la soberanía ante reclamos de terceros, hasta los diversos capítulos que impone la proyección oceánica, antártica y nuestra conexión con el “Chile de ultramar”, es decir, aquellos compatriot­as que viven lejos, pero que son ciudadanos chilenos con plenitud de derechos.

Bajo la dirección del canciller Heraldo Muñoz, el trabajo prelegisla­tivo ha concluido en lo fundamenta­l. Correspond­e ahora que el Congreso analice el contenido del proyecto, el cual sin lugar a dudas es perfectibl­e. La inmensa mayoría de los actores involucrad­os han sido consultado­s, aunque obviamente, la síntesis es una responsabi­lidad ministeria­l. Probableme­nte más de algún actor estimará que su voz debe ser particular­mente atendida, pero ello, en democracia, será materia de la auscultaci­ón que deberá ser puesta en ejecución a partir de la discusión legislativ­a.

Una diplomacia moderna, con una Cancillerí­a debidament­e coordinada con todos los campos de acción del Estado, integrada por profesiona­les debidament­e calificado­s, capaz no solo de “seguir los temas de la agenda”, sino dotada de elementos prospectiv­os que permitan anticipar escenarios y prever la mejor forma de implementa­r los objetivos nacionales es, entre otras cosas, lo que el país necesita. Más allá de intereses sectoriale­s, o coyuntural­es, la política exterior es ante todo una política de contornos estatales, supraparti­daria, cuyos objetivos se cumplen en el mediano y largo plazo.

Es una buena noticia, que todos esperamos dé lugar a una buena discusión y a un mejor resultado.

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