La modernización de la Cancillería
UNO DE los cambios más sustantivos del Chile contemporáneo es su renovada inserción internacional. Si la globalización es el signo de la actual era civilizatoria, no cabe duda que Chile apostó con éxito a insertarse en las aguas de la interdepenprincipales dencia contemporánea. Desde una participación activa hasta la búsqueda de solución a los llamados temas globales.
Chile ha intensificado su inserción internacional. Y eso ha sido benéfico para el país y los chilenos. Cualquier familia nuestra vive hoy con más oportunidades y mejor acceso a la tecnología que hace 30 años. Eso no ha sido espontáneo, detrás de ello estuvo una consensuada política de reinserción internacional, seguida con fuerza desde el retorno democrático. Y a la cabeza de ello estuvo la gestión del Ministerio de Relaciones Exteriores, de capitán a paje, en sucesivas administraciones.
Pero hoy, el traje nos ha quedado chico. En efecto, la Cancillería está regida por una orgánica de tiempos de la dictadura. Los nuevos desafíos que plantea el desarrollo nacional y los cambios de la escena internacional, no encuentran adecuada respuesta en una estructura de tiempos de la guerra fría.
La modernización de la Cancillería es una necesidad nacional, un consenso transversal. A inicios de la actual administración, un equipo profesional dirigido por el embajador Mario Artaza, empezó a dar forma al proyecto que está a punto de ingresar al Congreso. Se asumen los cambios, desde medidas orgánicas hasta medidas dirigidas a optimizar la carrera funcionaria en sus diversas plantas. Se crea la Subsecretaría de Relaciones. Se modernizan también aspectos nodales de la carrera funcionaria, permitiendo un adecuado “tiraje a la chimenea”, meritocrático y conforme al reglamento. Se ordenan diversas dependencias que han surgido de las necesidades que ha debido enfrentar nuestra diplomacia, desde la defensa de la soberanía ante reclamos de terceros, hasta los diversos capítulos que impone la proyección oceánica, antártica y nuestra conexión con el “Chile de ultramar”, es decir, aquellos compatriotas que viven lejos, pero que son ciudadanos chilenos con plenitud de derechos.
Bajo la dirección del canciller Heraldo Muñoz, el trabajo prelegislativo ha concluido en lo fundamental. Corresponde ahora que el Congreso analice el contenido del proyecto, el cual sin lugar a dudas es perfectible. La inmensa mayoría de los actores involucrados han sido consultados, aunque obviamente, la síntesis es una responsabilidad ministerial. Probablemente más de algún actor estimará que su voz debe ser particularmente atendida, pero ello, en democracia, será materia de la auscultación que deberá ser puesta en ejecución a partir de la discusión legislativa.
Una diplomacia moderna, con una Cancillería debidamente coordinada con todos los campos de acción del Estado, integrada por profesionales debidamente calificados, capaz no solo de “seguir los temas de la agenda”, sino dotada de elementos prospectivos que permitan anticipar escenarios y prever la mejor forma de implementar los objetivos nacionales es, entre otras cosas, lo que el país necesita. Más allá de intereses sectoriales, o coyunturales, la política exterior es ante todo una política de contornos estatales, suprapartidaria, cuyos objetivos se cumplen en el mediano y largo plazo.
Es una buena noticia, que todos esperamos dé lugar a una buena discusión y a un mejor resultado.