La rosa en un puño
► La carrera se decide hoy, el último día, en 30 kilómetros contrarreloj. ► Nairo llega líder, pero con poca diferencia sobre Nibali, Pinot y Dumoulin.
La penúltima etapa de un Giro destroyer (o matador) fue una maravilla y todo un secreto. Tan secreto como las motivaciones del pelotón, tan inescrutable como el rostro de Nairo o los movimientos del tártaro Zakarin, la pólvora del día. Tan complicado de comprender como los movimientos de los corredores, los cuatro, que pueden ganar el Giro, o como la interpretación de los laberintos militares de la subida al altiplano de Asiago, las curvas de herradura en las que unos cuantos, los llamados escaladores, intentaron el imposible, y donde Tom Dumoulin y sus amigos, los grandotes, los llamados rodadores, resistieron tras una pelea sin fin ni ganadores. Los que llegaron delante pensaron que habían perdido, los que llegaron detrás suspiraron por creer que no lo habían perdido todo.
Ganó la etapa Pinot, el francés que más lo deseaba, y con él entraron Pozzovivo, Nibali, Zakarin y Nairo. Dumoulin llegó a sólo 15”. Baja al cuarto puesto de la general, pero partirá hoy a sólo 53” de Nairo en la general; segundo, a 39”, está Nibali; tercero, a 43”, Pinot. Ante ellos, para decidir la carrera más igualada que se recuer- da, una contrarreloj planísima, 30 kilómetros entre el circuito de Monza y Milán.
El favorito es el holandés que tanto ha sufrido de rosa y que tan complicadamente ha corrido. En la anterior contrarreloj, 40 kilómetros en el Sagrantino, Dumoulin, magnífico rodador, aventajó en 2’ 7” a Nibali, en 2’42” a Pinot y en 2’53” a Nairo. El domingo, Dumoulin partirá a las 10.47, tres minutos después lo hará Pinot. Nibali saldrá a las 10.53 y Nairo, el último, a las 10.56.
Desde la contrarreloj con la que el holandés destrozó a Neiro, la montaña exagerada, y el calor (ni una gota de lluvia en mayo en Italia, ni un brote de brisa fresca) han sido como un secante, que han evaporado tanto las diferencias entre los mejores como sus fuerzas, que apenas existen. El camino ha servido también para desconocer más aún a Dumoulin, seguro como pretendiente y extraviado como líder.
Ayer, Nairo, que no llegó a tope pero viste de rosa, se juntó en la última ascensión con Nibali, Zakarin, Pozzovivo y el tardío Pinot, que están de forma como él más o menos. Con los cuatro formó un frente ruso-mediterráneo que manejó con autoridad. Todos se encomendaron a la misma virgen en busca de su podio, de su victoria de etapa, del sueño de la maglia rosa. Por detrás, el extraviado Dumoulin, se encontró a otros como él, grandotes centroeuropeos como Jungels o Mollema o animosos anglosajones como Yates, gentes sin objetivos definidos que se unieron a él en una persecución que cobró carácter casi de lucha cultural para llegar cerca y poder gritar: no hay vencedores ni vencidos.
Cuando hacía rodillo después de la etapa, la máscara de Nairo dejaba escapar una mirada de tristeza y cansancio. Enfrente, Dumoulin sonreía. ●