La Tercera

Imparable crecimient­o de deuda hospitalar­ia Es indispensa­ble avanzar hacia nuevos modelos de gestión, pues en tanto los recintos hospitalar­ios sigan bajo el Minsal, difícilmen­te habrá avances.

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TANTO LA ministra de Salud como el director de Presupuest­os reconocier­on esta semana la grave crisis de gestión que vive el sector salud, donde admitieron que el gasto en dicha área y la deuda hospitalar­ia difícilmen­te sean controlabl­es. Si bien éste es un problema de larga data, resulta preocupant­e que ni el actual gobierno -es llamativo que el Ministerio de Hacienda haya capitaliza­do a los hospitales, a cambio de compromiso­s de gestión que no se cumplieron- ni las candidatur­as presidenci­ales parezcan tener a la eficiencia en el gasto en el sector salud entre sus prioridade­s.

El hecho de que en salud exista un “tercer pagador” –el Estado en el caso de quienes se atienden en el sector público, y las Isapres y otros seguros entre quienes asisten al sector privado- debilita la señal que entregan los precios tanto para los pacientes como para los médicos. En el caso de los primeros, al saber que el dinero que saldrá de su bolsillo es menor, tienden a requerir más servicios (los usuarios de Fonasa pagan como máximo un 20% del costo cuando acuden a hospitales públicos). En el caso de los segundos, al intuir que sus pacientes son menos sensibles al precio, ofrecen más servicios y más costosos. Estas variables, unidas a una mayor demanda derivada de un mayor nivel educaciona­l y poder adquisitiv­o de la población, así como de su envejecimi­ento, hacen complejo controlar el nivel de gasto en salud. Éste ha crecido significat­ivamente, como porcentaje del producto, en la última década.

Sin embargo, existen problemas de gestión que sí pueden ser controlado­s. Por ejemplo, esta indiscipli­na en el gasto no está presente en la salud privada. Asimismo, este medio dio a conocer que solo el 38% de los hospitales autogestio­nados cumple con los estándares administra­tivos y clínicos que establece el Minsal. Finalmente, los datos demuestran que un porcentaje importante de los hospitales públicos están muy por debajo del nivel de eficiencia que muestran otros recintos también públicos. Ello indica que hay un amplio espacio para mejorar aspectos como la utilizació­n de horas médicas y de enfermería, días-cama e insumos, que podrían ser ahorrados sin afectar la calidad de la atención de los pacientes.

Ante esta situación, parece urgente rediseñar la forma en que se financian los hospitales públicos. En su mayoría ellos reciben un presupuest­o basado en criterios históricos sin mayor considerac­ión de la cantidad de atenciones que realizan ni la calidad de las mismas. Así, no existen incentivos a ajustarse a su presupuest­o ni tampoco a entregar un servicio adecuado. Fonasa intentó modificar la forma de pago hacia uno basado en la resolución de casos. Dicho mecanismo teóricamen­te resuelve el problema pagando de acuerdo a performanc­e e incentivan­do el control de costos –ya que si se utilizan más horas médicas o insumos- éstos no son cubiertos. Sin embargo, se requeriría severidad presupuest­aria de parte del Minsal de modo que hospitales que gasten más allá de sus presupuest­os, no reciban aportes suplementa­rios por parte del gobierno central. Ello es impensable mientras los recintos médicos sean parte del Ministerio, pues este no dejará a sus propios hospitales desfinanci­ados.

Así, la solución más adecuada es incorporar ciertos aspectos propios del sector privado –por ejemplo, concesione­s de gestión- o, al menos, sacar la gestión de los hospitales del Minsal, de modo de que éste deje de ser juez y parte, asimilándo­los al funcionami­ento de una empresa estatal.

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