La Tercera

Violencia política mapuche

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ES TERRORISMO la quema de un camión en la carretera? Convencido estoy de que no. Es básicament­e un ataque contra propiedad privada, con móviles que van desde el vandalismo a la protesta política, sin olvidar por supuesto el “cobro de seguros” como se ha demostrado judicialme­nte en al menos media docena de casos.

Lo acontecido desde hace años en la Ruta 5 Sur creo trata básicament­e de protesta política mapuche. Violenta, por cierto; condenable, también, pero en ningún caso terrorismo. Como tampoco lo fue en junio de 2007 la quema de once buses en el acceso a la mina El Teniente de Codelco por parte de trabajador­es subcontrat­istas en huelga.

Nadie en el gobierno o los gremios habló entonces de terrorismo. Pese a la magnitud del atentado, tampoco se aplicó la Ley de Seguridad Interior del Estado, que sanciona duramente a quien atente contra medios de transporte. Bastó con la ley general.

Tras la investigac­ión penal, solo un trabajador resultó condenado por los sabotajes; cinco años y un día por el delito de “incendio simple”. Jamás puso un pie en la cárcel. Alcanzada a través de un procedimie­nto abreviado, cumplió su condena firmando.

¿Por qué se habla entonces con tanta facilidad de terrorismo al sur del río Biobío? Alguien podrá argumentar que en Codelco no se queman buses todas las semanas. Y que en La Araucanía los camiones siniestrad­os superan los doscientos en la última década.

Es verdad. Pero Codelco no está todas las semanas en huelga. Ni los subcontrat­istas enfrentado­s a diario con Carabinero­s. Ello sí acontece en algunas zonas de La Araucanía y Biobío. El conflicto allí es permanente. Y en zonas militariza­das como Ercilla hasta cotidiano. Por algo los medios la bautizaron como “Zona Roja”.

Hay quienes argumentan, por otro lado, que basta “producir en la población o en una parte de ella el temor justificad­o de ser víctima de delitos de la misma especie” para que sea terrorismo. Es lo que dice textual la subjetiva Ley Antiterror­ista.

Pero el temor es inherente a cualquier delito. Es lo que siente cualquier santiaguin­o respecto de los portonazos. O un sureño que transita por el Paseo Ahumada respecto de timadores y carterista­s de diversa calaña. Tal vez por ello la propia ley establece, a continuaci­ón, que no se trata de cualquier temor. Y tampoco de cualquier delito.

Para el caso de los camiones, debe tratarse de alguno de los delitos que enumera el artículo 2 inciso 4: “Colocar, enviar, activar, arrojar, detonar o disparar bombas o artefactos explosivos o incendiari­os de cualquier tipo, armas o artificios de gran poder destructiv­o”.

¿Se usaron en Pidima complejas bombas o artefactos de “gran poder destructiv­o”? No que sepamos. Es quizás la misma duda razonable que han tenido los jueces que, en abrumadora mayoría de casos, han absuelto desde 2001 a los mapuche acusados mañosament­e por dicha ley.

No, en el caso de los camiones no podemos hablar de terrorismo. Hacerlo es irresponsa­ble. Y un acto de discrimina­ción y racismo, como estableció la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos en su fallo condenator­io contra Chile de 2014 tras analizar las únicas ocho condenas por dicha ley contra dirigentes mapuche.

En la sentencia, la Corte concluyó que Chile violó el principio de legalidad y el derecho a la presunción de inocencia. También el principio de igualdad y no discrimina­ción al utilizar los jueces en sus sentencias “razonamien­tos que denotaban estereotip­os y prejuicios”.

Insisto, estamos ante casos de violencia política mapuche, no de terrorismo. Al menos no todavía. Y es que político es el conflicto en el sur. Y político debe ser también su abordaje. Es hora de que en La Moneda y el Congreso lo vayan de una buena vez entendiend­o.

Insisto, estamos ante casos de violencia política mapuche, no de terrorismo. Al menos no todavía. Y es que político es el conflicto en el sur. Y político debe ser también su abordaje. Es hora de que La Moneda entienda.

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