El opaco regreso de Chile a Moscú
► Chile sólo empata en su regreso a la capital rusa desde 1973 frente a un limitado equipo local. ► El ingreso de Alexis fue la chispa que encendió por un instante el genio de los bicampeones. ► Vidal corrió por todos, pero el mediocampo de la Roja exig
Está bien, lo importante es la Copa Confederaciones que parte el próximo sábado. A eso apunta la Roja, ése es el trofeo que quiere traerse en el avión. Pero hay que ser claros en una cosa: siempre preocupa cuando la Selección no juega bien o no juega al máximo de sus capacidades. Y en el amistoso de ayer ante Rusia, eso fue lo que pasó. Hubo chispazos, pinceladas del bicampeón de América, pero nada más. ¿El resultado? Un deslucido 1-1, adornado por el histórico regreso de Chile a Moscú después de 44 años.
Pizzi no sorprendió. Mantuvo el esquema tradicional: 4-3-3, con carta abierta para los laterales para que se transformen en delanteros. Con tres volantes mixtos, mandatados a la doble función de crear y destruir. Y con tres delanteros circunscritos a su sector del campo, por la banda o el centro del ataque.
¿La diferencia? El valor individual en puestos claves. En el medio, por ejemplo, una vez más Hernández demostró que no está ni cerca de hacerle sombra a Marcelo Díaz como titular. Como volante central (posición que nunca ocupa en el Celta) su aporte está en entredicho. Sin Alexis, en tanto, la ofensiva de la Roja se vuelve desabrida, plana. Hasta poco glamorosa, muy de centros y poco de ingenio.
A Chile, por ende, le costó tomar el control del partido, frente a un rival tan empeñoso como limitado. Los días dorados del fútbol ruso se ven muy lejanos. El punto es que a la Roja le cuesta entrar en calor. Ha sido uno de los grandes problemas de la era Pizzi. Por culpa de eso, el cuadro local se sintió cómodo en los minutos iniciales, poco apurado también. Pese a esta realidad, Isla generó la jugada más peligrosa de la primera mitad, tras conectar un centro de Fuenzalida y exigir una tremenda tapada de Akinfeev.
No fue más que un amago, eso sí. A Chile le costó armar buenas jugadas en el primer tiempo, porque el mediocampo, su fuerte, no cuajó. Aránguiz, demasiado desprolijo; Hernández, demasiado frío. Vidal, por su parte, con dema- siados huecos que llenar. Obligado a trabajar por todos y, por lo mismo, disperso dentro de su omnipresencia. La figura del Bayern detectó problemas en la salida y bajo hasta la zona de centrales para hilvanar juego. Se dio cuenta después de que el equipo jugaba sin 9 y se fue al área rival para cazar los centros, generados principalmente por la izquierda.
Al Rey, de hecho, le anularon un gol con la cabeza, por una supuesta y más que discutible falta en el brinco.
Chile necesitaba cambios, frescura, luego del descanso. Había que hacer algo para romper el 0-0. Pizzi, sin embargo, esperó. No mucho, eso sí, porque antes de los 10 minutos del complemento llamó a Sánchez para que cambiara el trámite del partido. Y el tocopillano, obediente y ganoso, entró, mareó a unos rivales y le metió un pase extraordinario a Isla: gol del Huaso, 0-1 (55’). Quedó claro que la Selección es una con Alexis y otra sin el goleador del Arsenal.
El tanto golpeó el amor propio de los rusos, que a la fuerza se acercaron al área de Johnny Herrera. Con ese simple argumento, en un córner, los dueños de casa se encontraron con la igualdad, gracias a un cabezazo de Vasin, ayudado por la tibieza de Hernández.
Luego de los goles, el duelo se desdibujó. Las bancas llenaron de cambios la cancha. Chile se vio más afectado por las modificaciones, el equipo se desordenó. Herrera, de hecho, trabajó para mantener el empate, con éxito. Se firmó la paridad. Justa en el trámite, no así en los pergaminos. En una jornada normal, la Roja debe vencer a Rusia. Por amistoso que haya sido, ayer no lo pudo demostrar. ●