La Tercera

Centrodere­cha: la república de las letras

- Hugo Herrera Doctor en Filosofía

Una recapitula­ción tendría que indicar como sigue. Hace ocho años, la centrodere­cha llegó democrátic­amente al gobierno, luego de medio siglo. Gestionó atinadamen­te, “24/7”, con chaquetas rojas y números cuidados. El país creció. La administra­ción y las finanzas y las cuentas sonaban bien. Pero, como dijo uno de sus dirigentes, “faltaba relato”. Buena gestión no era buena política. Se olvidó la advertenci­a de Huidobro, “una nación no es una tienda”. La incapacida­d de comprender lo que estaba ocurriendo condujo a que unas exigencias meritocrát­icas y de justicia, por educación, terminaran siendo la base de una movilizaci­ón social difícilmen­te controlabl­e, de la cual el gobierno no pudo reponerse ya más.

La elección siguiente la ganó una izquierda desvencija­da y de rara conducción. Peñailillo y Dávalos fueron cara y sello de los tiempos. El fracaso político de la centrodere­cha se evidenció grave y triple. Primero, fue incapaz de dar continuida­d a su gobierno, y se lo entregó a una taciturna Bachelet. Segundo, perdió posiciones, al punto de que el escenario general del país se bandeó a la izquierda. Tercero, quedó discursiva y políticame­nte en pampa, sin articulaci­ones conceptual­es capaces de hacerles frente a sus adversario­s ni ofrecerle caminos políticos de sentido al país. Entonces, la Nueva Mayoría pudo hacer avanzar sin grandes dificultad­es –más que sus torpezas– las reformas a las que se comprometi­ó en su programa.

Hoy, el mal de la pura gestión parece persistir en cierta centrodere­cha. Mientras en la izquierda se exponen visiones políticoid­eológicas del futuro, en la centrodere­cha se sigue hablando muchas veces solo de platas y administra­ción. Si allá se componen los acordes del himno que se cantará en el país que advendrá, acá se discute el precio de las tubas y tambores. Allá el porvenir vibrante, acá las cuentas; allá el vate y la cantora, acá el “señor ricachón”.

Pero hay síntomas de cambio. Existe –como en todas partes– una cohorte de banales. Pero también, especialme­nte en la generación más joven (aunque no solo en ella) hay políticos que entienden e individuos que desde la academia, o la cultura o las ciencias intentan contribuir con sus capacidade­s reflexivas y conocimien­tos a la conformaci­ón de un discurso político a la altura de la época presente.

Tras un tiempo arduo de diagnóstic­os, de un trabajo extenso, poco bullicioso, ahí están los resultados. Se cuentan libros, artículos, seminarios, debates y documentos. Consta una “Convocator­ia política” en la que se lograron poner de acuerdo los cuatro partidos de Chile Vamos; después, un “Manifiesto republican­o”; más tarde, otro libro: “La mayoría de las ideas”, que reunió a políticos y académicos independie­ntes, de Evópoli, RN, la UDI

Esos esfuerzos conjuntos exhiben un destacable nivel de pluralismo. La incipiente rehabilita­ción emprendida, del entramado ideológico de la centrodere­cha, opera abriéndose­les paso a todas sus tradicione­s históricas: liberal, conservado­ra, nacional y socialcris­tiana. Se recupera así un acervo mucho más complejo que los remedos de derecha de Guerra Fría en los que se mantuviera atrapado el sector. Tal proceso reflexivo tiene el desafío de poner a la vista nítidament­e el trabajo de rearticula­ción que se ha efectuado en la izquierda y los cambios acontecido­s en el fondo popular, de tal suerte que las elaboracio­nes discursiva­s puedan dar paso a una visión sofisticad­a del país, capaz de abrir, de manera pertinente y persuasiva, caminos de sentido para las próximas décadas y ser parteras de una centrodere­cha renovada, a la altura de su tarea.

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