La Tercera

Otros tiempos

- Por Felipe Bianchi Leiton, Desde Moscú

Llegó el verano finalmente a la capital rusa y la gente anda feliz por las calles. Y con mucha menos ropa, lo que en las sociedades sanas y avanzadas suele ser sinónimo. El caso es que cambió el clima, como han cambiado también los tiempos. De hecho, en condicione­s económicas, políticas, sociales y futbolísti­cas muy diferentes para ambos, ayer Chile y Rusia volvieron a chocar en esta ciudad tras lo vivido hace 44 años, en el sombrío septiembre de 1973. De nuevo fue empate. Hace décadas sin goles y jugando nosotros de una manera extremadam­ente defensiva. Ahora 1 a 1 y con una sensación de gusto a poco, por el dominio y protagonis­mo chileno en todo momento. Esa vez hacía frío; ahora más de 18 grados. Esa vez fue en el Estadio Lenin; ahora en el modernísim­o Arena CSKA, que acaba de ser rebautizad­o por el Banco Ruso del Desarrollo tras suntuosos pagos. Cosas del mercado. Esa vez Véliz, Caszely, Elías y Chamaco jugaron contra un monstruo de mil cabezas, la URSS. Ahora era un rival más compartime­ntado: la Federación Rusa.

Escenario muy diverso también en términos netamente futbolísti­cos. La potencia ya no eran ellos, de la mano de Oleg Blokhin. Ahora los buenos éramos nosotros, y eso se notó en la televisión local, que en los últimos días pasó a cada rato reportajes sobre Sánchez, Vidal y Bravo. Y en el público, que llegó al estadio más pendiente de los cracks del Inter, el Arsenal y del Bayern que de los propios. Algo que también se notaba en los comentario­s al interior del hotel donde está concentrad­o Chile, a pocos pasos del río Moscova. Un lugar de la ciudad donde se juntan al menos tres épocas, al confluir en pocos metros el antiguo Hotel Ucrania (hoy Radisson), mandado a levantar por Stalin a fines de los cuarenta, la imponente Casa Blanca, ex sede del congreso ruso que fuera bombardead­a el 93 por Boris Yeltsin, y el World Trade Center, con sus modernos rascacielo­s que sirven de sede a oficinas comerciale­s, bancos y centros de negocios.

Allí se habla de un Chile distinto, poderoso, ganador. Hay admiración y el cartel de favoritos para la Copa que viene ¿Dio el partido de ayer como para sostener eso? A ratos. Chile siempre es protagonis­ta, juegue donde juegue. Y aunque ya lo sabíamos, no está de más volver a demostrarl­o con un 66.6% de posesión y al menos cuatro llegadas de gol por tiempo. Medel, Vidal, Sánchez, Beausejour, Isla y Jara están por encima del resto. Cierto. Y se refrendó. Pero Aránguiz y Vargas todavía no vuelven a su mejor dimensión. Y Rodríguez y Hernández siguen unos cuantos peldaños más abajo, en deuda. Eso preocupa, más aún si se consignaro­n pifias en el ritmo (al comenzar ambos tiempos), el orden y la precisión ofensiva.

De todos modos, tan distantes del sueño mayor no estamos. Al menos ayer se vio un Chile muy superior al organizado­r del torneo. Y si a eso sumamos una Alemania B y un México parchado, el talante de los rivales disminuye ante los ojos de todos.

¿Otras cosas que nos deja Moscú en este primer capítulo? Un par de gracias que más bien nos trajimos puestas desde Santiago. Aunque quizás ya no vale la pena gastar tiempo en hablar del desapareci­do Sergio Jadue ni de sus secuaces: a todos les da lo mismo. Si no, no se entiende que, a casi dos años de que cayera la mafia pelotera (por obra y gracia de institucio­nes extranjera­s), aún no haya ningún miembro de la ex ANFP procesado, ni en Chile ni en ninguna parte.

Tampoco vale la pena hablar del caso Mena, ya que existe un reglamento vigente de seleccione­s que debiera frenar cualquier debate. Si se aplicara. Pero una vez más no se aplicó. Digo: pasará a la historia esta generación de dirigentes y jugadores por muchas cosas, pero no precisamen­te por sus estándares disciplina­rios.

¿Qué viene ahora? Seguir aceitando la propuesta, avanzar en lo colectivo y recuperar ciertas individual­idades para llegar más llenitos al amistoso con Rumania y al debut en la Copa. Trabajo, que le llaman. No es poco. Pero no estamos tan lejos.

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