La Tercera

Las reinas de los aires

En el Club de Planeadore­s de Vitacura, seis son las mujeres que se atreven a volar. Dicen que el ambiente no es machista y que, para que haya más pilotos femeninas, sólo se necesita vencer el miedo.

- Por Sebastián Varela

Quien dijo que pilotear aviones era cosa de hombres, está bastante equivocado. Son pocas las mujeres que dominan los aires, pero lo hacen a la perfección. Y algunas no necesitan motor para hacerlo. Con la aerodinámi­ca les basta.

En Chile, seis mujeres rompen los estereotip­os. Tres de ellas, consolidad­as pilotos de planeadore­s. Las otras, en camino a serlo.

Marcela Boher (47) es la más experiment­ada: acumula 700 horas de vuelo durante casi 20 años. Cuenta que su vida la ha hecho en el aire. Es su hábitat. En su juventud volaba en parapente y compitió incluso en un mundial, pero tras convertirs­e en madre lo dejó casi por completo.

Macarena Novión (26) es la piloto certificad­a más joven del país. Vestida con una chaqueta estilo aviadora pionera de los ’30, revisa con rigurosida­d el planeador Blanik L23 antes de ser remolcado por la avioneta. Las con- diciones climáticas hacen dudar si emprender vuelo o no. Lo vital es tener buena visibildad y la tarde está nublada, pero Macarena considera que no habrá problemas. Desde la pista del Club de Planeadore­s de Vitacura puede ver los cerros importante­s, es decir, se puede despegar.

Ya en el cielo, demuestra que las “escasas” 40 horas que lleva volando por su cuenta son suficiente­s para ser una experta. Sigue los protocolos al pie de la letra y en voz alta, como un ritual. También se da tiempo de realizar maniobras para hacerle al pasajero más entretenid­o el paseo, entregando sensacione­s similares a las que otorga una montaña rusa. Opcionales, claro. El aterrizaje, en tanto, lo hace impecable.

La tradición familiar es la que la impulsó a volar. Su bisabuelo fue piloto y tal pasión se transmitió en cada generación.

Ambas vivieron su debut al mando de los aviones sin motor de forma diferente. Boher lo pasó mal. “No alcancé a agarrar suficiente altura en el remolque y tuve que darme la vuelta para aterrizar inmediatam­ente. Me bajé tiritando y muy asustada. Luego mi instuctor me dijo que me preparara, porque tenía que hacer un nuevo vuelo. Me tiró a los leones, pero así se aprende”, relata la chilena con el récord de mayor distancia recorrida en un sólo vuelo: 500km. Novión, en cambio, tuvo mayor paz. “El primer vuelo sin instructor es el que más te marca. Por fin estaba volando sola y era la única dueña del momento y de la vista”, cuenta.

María José Ramírez (43 años, 100 horas voladas) es la otra de las que tiene licencia, pero hace un tiempo no vuela. Las reglas son claras. Cada piloto debe cumplir con un minimo de vuelos por temporada. De lo contrario, deben recibir un reentrenam­iento.

Una ley no escrita para pilotear, es que los problemas deben quedarse en tierra.

“Hay que estar con todos los sentidos pendientes. Cada segundo estás tomando decisiones relevantes. Es un deporte de riesgos. Hay que ser muy autocrític­o y conocer tus condicione­s físicas y mentales antes de subirte al planeador. Si no, te puedes morir. Así nomás”, recalca Boher, mientras que la más joven confiesa que, cuando anímicamen­te no está bien, decide no volar.

Las novatas

Jacqueline Fry (52), Catalina Amenábar (34) y Marieta Rivera (21) realizan el curso en Vitacura para convertirs­e oficialmen­te en pilotos.

La mayor de ellas, lleva 30 años como tripulante de cabina en una línea aérea y quiso darle a su vida nuevas emociones.

Amenábar vivió durante 10 años en Bahía Inglesa y por trabajo debió volver a Santiago: “El cambio de la playa a la ciudad fue horroroso. Volando me escapo del estrés”. Por su parte, la más joven del grupo estudia en la universida­d para ser piloto comercial: “En la escuela de vuelo los instructor­es son casi todos ex uniformado­s de la Fuerza Aérea. Gritan mucho, son muy estrictos. No lo paso tan bien. Busco en los planeadore­s volar por hobby”.

Las propias aviadoras se encargan de derribar el mito al afirmar que el ambiente de los planeadore­s no es machista. “Nos tratan excelente. A los hombres les encantaría que más mujeres se animaran”, dice Boher, y agrega que no hay más presencia femenina porque las mujeres temen a volar. Novión respalda la teoría: “Los fines de semana le ofrezco a mis amigas sacarlas a pasear. Casi siempre me dicen que no se atreven”.

Boher recuerda con humor una anécdota. “Unos pasajeros llegaron a volar por primera vez. Uno le comentó al otro: ‘¿Te cachai nos saca esa mina?’. Yo me acerqué al planeador y le dije: ‘Ups, te tocó’. Se complicó entero y pidió disculpas. Al final voló feliz”.

Marieta se pone a comparar: “Los instructor­es en mi universida­d son muy machistas, a diferencia de acá. Para mi primera lección práctica, un instructor me preguntó qué hacía ahí. Le expliqué que era alumna nueva y me dijo: ‘Usted debería estar lavando los platos’. Me puse roja de rabia y aguanté las ganas de responderl­e. Con los planeadore­s no hay nada de ese machismo”.b

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►► Novión, Ramírez, Boher, Fry, Rivera y Amenábar posan en el Club de Planeadore­s de Vitacura.

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