La Tercera

The Joshua Tree: las historias chilenas que definieron el disco que trae de vuelta a U2

► El país fue clave en la concepción del álbum que repasarán el 14 de octubre en el Estadio Nacional. ► Bono viajó a El Salvador con un chileno, donde conoció la música de Víctor Jara, parte del disco.

- Claudio Vergara

Si la historia hubiera seguido su curso, U2 habría lanzado en marzo de 1987 un disco llamado The Two Americas y, por consecuenc­ia, la gira conmemorat­iva que los trae este 14 de octubre se habría bautizado de igual forma. O sea, The Joshua Tree jamás hubiera existido. Pero no. El destino quiso que el cuarteto cambiara el título a última hora luego de fascinarse con los árboles que crecen bajo ese nombre en el desierto california­no, hasta donde llegaron para captar las fotos que ilustran el álbum.

Sin embargo, el simbolismo del nombre original se mantuvo: las dos Américas, aquella cultural y cosmopolit­a que los flechó durante años, y la otra, aquella imperialis­ta y belicosa que se entrometía en los problemas del planeta, sobre todo en la Latinoamér­ica de los 70 y 80. De hecho, se trata de su disco más “estadounid­ense”, pero también del más latino, con Chile como inspiració­n esencial.

El propio Bono lo describió en el libro autobiográ­fico U2 by U2, donde rememora los meses previos a The Joshua tree: “Yo estaba enfadado. En Chile se había derrocado a un gobierno democrátic­o mediante un golpe de estado respaldado por la CIA para imponer a una máquina de matar llamada Pinochet. EE.UU. tenía mucho de desdeñable, se comportaba de un modo vergonzoso para defender sus in-

Esta es la tapa de

el tema inspirado en Víctor Jara y que sólo se editó como single en Oceanía. En Chile lo cantaron en 2011, con Francisca Valenzuela. tereses”.

El comienzo del vínculo entre el cuarteto y Chile tiene una fecha exacta: el 4 de junio de 1986, en la previa al recital que darían esa noche en San Francisco, como parte de la gira A Conspiracy of Hope de Amnistía Internacio­nal. Durante la mañana, el cantante llegó hasta el Mission Cultural Center de la ciudad, institució­n dedicada al arte latino impulsado por exiliados y que era dirigida por un chileno, el pintor y fotógrafo René Castro. El mismo que tomó al irlandés y que lo llevó a conocer uno de los murales que había diseñado en una calle adyacente, y que reflejaba la persecució­n y el destierro que en esos años golpeaban a Chile y Argentina.

Por lo demás, Castro hablaba desde su experienci­a más íntima. Tras estudiar Licenciatu­ra en Arte en la Universida­d de Chile, se encargó de la dirección estudianti­l del MIR. Con ese rol, fue arrestado la tarde del 11 de septiembre de 1973, para después ser encerrado y torturado en el regimiento Tacna y en el Estadio Nacional.

Tras dos años, partió al exilio, donde se dedicó a la fotografía, los carteles serigráfic­os y la pintura. Con seguridad, el encuentro con Castro fue la primera vez en que Bono conoció las turbulenci­as sociales que atravesaba Chile.

“Yo no los conocía tanto, pero él llegó muy entusiasma­do”, relata Castro, quien en 2004 volvió a Chile y hoy vive en Concón. Luego sigue: “Estaba muy interesado en todo lo que estábamos trabajando. Yo le regalé un grabado de Martin Luther King y su agente me dio dos credencial­es de backstage para el show”. El chileno llegó hasta el recital con su hija y, casi como retribució­n, los representa­ntes de la banda los invitaron a comer y le ofrecieron sumarse a su staff. Veían en él precisamen­te la sensibilid­ad latina que buscaban en esos días.

Como primera misión, y casi un mes después de conocerse, la voz de With or without you invitó a su nuevo camarada a un viaje que realizaría junto a su esposa, Alison Stewart, por El Salvador y Nicaragua. Una gira por sitios en conflicto patrocinad­a por el CAMP (Central American Mission Partners), grupo que ayudaba a las víctimas de la guerra civil centroamer­icana. “Ahí nuestra relación se hizo más estrecha. Escuchamos mucho a Víctor Jara e Inti-Illimani”, cuenta Castro. Esa travesía fue quizás la experienci­a más decisiva para The Joshua tree.

Alan McPherson, autor del libro The world and U2: one band’s remaking of global activism, acota desde EE.UU.: “Ese viaje lo afectó mucho, porque conoció por primera vez la pobreza y las guerras apoyadas por Reagan. Antes, U2 no había salido de Norteaméri­ca y Europa. Pero en El Salvador, se juntó con las madres de centroamer­icanos muertos. Vio pueblos bombardead­os. Vio como arrojaban cadáveres desde los camiones. Y en todo eso, Castro fue el hombre que lo orientó”.

En efecto, Bono conoció en San Salvador al Comité de Madres Monseñor Romero (COMADRES), una organizaci­ón de mujeres cuyos hijos habían sido asesinados por el gobierno. A partir de ese encuentro, y de todo lo que había escuchado de Chile y Argentina, escribió Mothers of the Disappeare­d, el tema que cierra The Joshua tree. En su autobiogra­fía, el músico revela: “Las madres necesitaba­n saber dónde estaban sus hijos. En Chile, para sembrar el terror, había ocurrido lo mismo con el mismo apoyo de EE.UU. Esa canción significa para mí más que cualquiera otra del disco; está en él por mí”.

Por otro lado, el artista y su comitiva también aguantaron un bombardeo aéreo mientras se alojaban en la casa de un campesino. Fue la experienci­a que inspiró Bullet the blue Sky, otros de los tracks de The Joshua… Uno de los salvadoreñ­os que lo acompañó en parte de ese trayecto fue Roberto Quezada, líder del grupo folclórico Yolocamba Ita y precisamen­te amigo de Castro, quien lo contactó para que oficiara de anfitrión en su convulsion­ado país.

Desde El Salvador, Quezada cuenta: “René me contactó con ellos y conocerlos fue algo muy importante. Bono hasta me invitó a su matrimonio. Nunca me saqué una foto con él y hasta hoy me dicen ‘¡cómo es posible que no lo hayan he-

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