La Tercera

(No) hay plata

- Rolf Lüders Economista

EN LAS últimas semanas se ha intensific­ado el debate presidenci­al y estamos conociendo con alguna profundida­d los programas de las diversas precandida­turas. En particular, Beatriz Sánchez se ha referido en varias ocasiones explícitam­ente al tema de la abundancia de platas disponible­s para financiar la ampliación sustancial de los programas sociales, reflejando lo que probableme­nte sea un sentir bastante compartido en nuestra sociedad. No obstante, es un craso error.

Por ejemplo, en el programa Tolerancia Cero de Chilevisió­n, Sánchez sostuvo que, “no digan que no hay plata en Chile, porque la hay”. Luego se refirió a la inconvenie­ncia de fijar prioridade­s en materia de gastos sociales. Días después, en el programa Aquí Está Chile de los canales CNN y Mega, repitió similar concepto, sosteniend­o que no hay que tratar de pelear la educación superior con la básica. Sí hay plata en Chile, enfatizó.

Chile ya no es el país pobre que nos legó la Unidad Popular. A partir de 1985, el país ha crecido rápidament­e y así lo ha hecho el ahorro nacional acumulado. Destaca el monto de los activos líquidos de los chilenos, que el Boston Consulting Group estima en unos 400 mil millones de dólares, la mitad de ellos correspond­ientes a los Fondos de Pensión.

A pesar de lo anterior, los recursos materiales son limitados, dado que siempre las personas aspiran a más. Para satisfacer en el corto plazo este último deseo, resulta tentador echar mano al ahorro acumulado en el país para financiar una gran expansión de los programas sociales. Las holguras fiscales son prácticame­nte inexistent­es y generar espacio para un mayor gasto fiscal requeriría

Hay plata para sustentar los niveles de ingreso actuales, pero no la hay para una expansión significat­iva y a corto plazo del gasto social.

una reforma del Estado, políticame­nte muy complicada.

No es de extrañar entonces que los precandida­tos del Frente Amplio propongan –para financiar sus programas socialesre­formar el sistema de pensiones y –en el caso de Alberto Mayol- expropiar parte de algunas firmas mineras y de utilidad pública. Además sugieren recurrir a nuevos impuestos sobre la renta (especialme­nte drásticos para las personas de más altos ingresos y para empresas de mayor tamaño en ciertos rubros). Un programa de tributació­n, expropiaci­ón y reforma de pensiones como el propuesto por los precandida­tos del Frente Amplio –orientado en buena medida a gastar la plata que hay- es extremadam­ente negativo para la inversión y por ende para el nivel de los salarios reales (Harberger 1995). Una vez gastada esa plata, el país se hallará más pobre y será una ardua tarea retomar el camino del progreso. El deseo de mejorar la condición de los menos favorecido­s se verá así absolutame­nte frustrado.

Hay plata para sustentar los niveles de ingreso actuales, pero no la hay para una expansión significat­iva y a corto plazo del gasto social. Los resultados de un programa del tipo comentado ya lo experiment­amos en Chile en los años 1970. Y quizás el caso de Venezuela sea un buen ejemplo actual de lo que nos pueda suceder si el país recurre al ahorro acumulado para financiar un gasto social mucho mayor.

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