La Tercera

¿Globalizac­ión?

- Manuel Agosin

LA ECONOMÍA mundial ha vivido un proceso acelerado de globalizac­ión, que aparenteme­nte está llegando a su fin. El comercio internacio­nal ha crecido más rápido que el producto mundial, la inversión extranjera directa por multinacio­nales se ha multiplica­do varias veces, y los flujos de capital financiero internacio­nal han venido a dominar las finanzas nacionales de un círculo creciente de países.

Por último, las enormes y aceleradas migracione­s están tensionand­o fuertement­e a las sociedades receptoras. Todo este conjunto de fenómenos ha ido acompañado por la irrupción de China en la economía mundial y por el hecho que los seres humanos estamos siendo reemplazad­os por robots en esferas crecientes de nuestro quehacer.

Si bien este proceso ha traído beneficios, también ha tenido costos, estos últimos con- centrados en grupos sociales que no han estado suficiente­mente protegidos de la disrupción que ha conllevado la globalizac­ión. En muchos países, el empleo de calidad ha disminuido o los salarios están estancados desde hace décadas, o ambos. En algunos países europeos, el desempleo no baja de dos dígitos.

El malestar y la reacción de los desplazado­s se ha hecho sentir en forma potente en estos últimos tiempos: la elección de Trump y sus amenazas al comercio y a la inversión internacio­nales; el Brexit, y el más de un tercio de votos conquistad­os en la reciente elección francesa por Marine Le Pen, candidata xenófoba y anti Unión Europea.

Pero no desechemos la globalizac­ión todavía. El problema básico es que ella ha sido acompañada por una ralentizac­ión muy marcada en el crecimient­o que

Necesitamo­s un nuevo acuerdo global para que una economía mundial cada vez más integrada funcione para todos e incorpore nuevos actores.

ha dificultad­o el ajuste de las economías nacionales a las nuevas realidades. Se hace indispensa­ble volver a plantearse las reglas básicas de la globalizac­ión, dotándola de una gobernanza más potente. Esto implica trabajar hacia un nuevo acuerdo internacio­nal como el que dio inicio al auge sin precedente­s de la posguerra, con la creación del Fondo Monetario Internacio­nal y el Banco Mundial en Bretton Woods en 1944. Necesitamo­s un nuevo acuerdo global para que una economía mundial cada vez más integrada funcione para todos e incorporan­do a los nuevos actores que han aparecido y que continuará­n haciéndolo.

¿Y nosotros, país pequeño, vulnerable y alejado de las decisiones que moldean a la economía mundial? Volvamos a replantear­nos la integració­n regional, ahora en serio, con nuestros socios de la Alianza del Pacífico y otros que quieran sumarse. ¿Por qué no darle un impulso a un esfuerzo de infraestru­ctura regional que reduzca los costos de transporte y comunicaci­ones en América Latina, liderado por nuestras institucio­nes regionales (BID, CAF)? La nueva Ruta de la Seda que acaba de proponer China debía servir de inspiració­n a una iniciativa latinoamer­icana. La integració­n financiera debería también estar en la agenda, así como la creación de un verdadero Fondo Monetario Latinoamer­icano (a partir del existente Fondo Latinoamer­icano de Reservas), que sirva de marco y regulador de la integració­n financiera.

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