La Tercera

Alcances sobre proyecto de nueva Ley de Bancos

Junto a los evidentes beneficios que supone una industria financiera sólida, algo en lo que avanza esta iniciativa, también es prudente evitar un peso regulatori­o excesivo.

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ESTA SEMANA la Presidenta de la República y el Ministro de Hacienda anunciaron el envío de un proyecto de ley para modernizar la legislació­n bancaria. La orientació­n general de la propuesta, que busca fortalecer nuestra industria financiera, es positiva, pero ciertament­e hace más densa y onerosa la regulación de la banca. Por ello deberá ser analizada con detención por los legislador­es para evitar incurrir en costos evitables.

En el proyecto se busca establecer paulatinam­ente requisitos de capital más elevados, y diferencia­dos según la calidad de los préstamos efectuados por los bancos, en línea con el acuerdo suscrito globalment­e por los reguladore­s bancarios, que se ha denominado Basilea III.

También se propone el paso desde una autoridad reguladora unipersona­l de la banca, a una nueva estructura colegiada, en que la industria bancaria se incorpora como una de las áreas supervisad­as por la Comisión para el Mercado Financiero. Esto es valioso, en la medida que una gestión integrada de la industria financiera permite, al tiempo que una visión unificada y consistent­e, un menor riesgo de error y de eventual arbitrarie­dad regulatori­a. Esta modificaci­ón debería llevar a la revisión del actual financiami­ento bancario para el funcionami­ento de la Superinten­dencia de Bancos -que excede lo que utiliza esta institució­n- para establecer aportes de todas las entidades supervisad­as, proporcion­ales al esfuerzo de supervisió­n que demandan.

El proyecto también considera nuevos mecanismos para lograr eficiencia en la resolución de los eventuales problemas que enfrente un partícipe de la industria, para acotar las dificultad­es a la entidad afectada, preservar la tranquilid­ad en la industria financiera, y asegurar la fluidez de los pagos en la economía. Con el mismo propósito se propone incrementa­r el valor de los depósitos bancarios con pago asegurado por el Estado.

Más allá de promover una banca fuerte -requisito para una economía pujante- el proyecto también acerca nuestras regulacion­es a las que se promueven internacio­nalmente. Dado que la interconex­ión entre la banca nacional y la internacio­nal supone altos grados de sintonía y confianza mutua, esta adaptación a la tendencia global es valorable, por su rol en solidifica­r esta relación.

Con todo, los legislador­es deberán considerar como ha ocurrido en otras latitudes al remozar regulacion­es bancarias- que, junto al evidente beneficio de una industria financiera sólida, lo prudente es evitar siempre el peso regulatori­o excesivo. La regulación onerosa se refleja en costos fijos, más economías de escala y mayor concentrac­ión. Puede que en la industria bancaria la competenci­a esté bien asegurada con pocos participan­tes, pero, aun así, los costos por regulacion­es afectarán el precio final de los servicios financiero­s.

Un aspecto que debe ser motivo de especial escrutinio es la noción de entidades de relevancia sistémica, sujetas a requisitos especiales de capitaliza­ción. El trato discrimina­torio, aun con buena intención, puede derivar en riesgo moral y beneficios arbitrario­s, como puede resultar de la suerte de garantía estatal sobre la deuda bancaria de una institució­n que el regulador declare como de relevancia sistémica.

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