La Tercera

DESESPERAD­AMENTE BUSCANDO A KATY

- Marcelo Contreras Crítico de música

I. Quizás en el futuro Sia revelará que su personaje de la cantante con peluca cubriendo el rostro es una gran metáfora sobre voz y apariencia en el mundo del pop, donde prima la uniformida­d. Ella lo sabe bien. No solo es figura por derecho propio bajo un disfraz, sino una de las compositor­as más demandadas del rubro y está presente en este regreso de Katy Perry, Witness, una obra que lleva su nombre pero difumina sus rasgos.

A propósito, Katy Perry y Miley Cyrus, paralelos y cruces. En 2013 lanzaban discos donde la primera lucía (casi) natural en portada, mientras la segunda estrenaba look retro futurista ochentero de cabello corto y engominado. Ahora intercambi­an papeles en sus respectivo­s retornos. Katy es la andrógina y Miley digna de una postal en la campiña tras declararse libre de drogas.

Katy dice que entró en una nueva fase pero Witness no lo testifica. Persiste Max Martin, el productor de pop más influyente de los últimos 20 años, que ya tuvo a cargo Prism (2013), el sólido disco anterior de la cantante. Katy, de voz excepciona­l -demostrado en la Pista atlética en octubre de 2015 en uno de los mejores shows de esa temporada-, a ratos resulta irreconoci­ble entre efectos y excesos de producción. Comprensib­le cuando se trata de intérprete­s mediocres -por eso el vocoder tiñe todo el reggaetón-, pero no en este nivel de figura.

Witness se monta en planos fotocopiad­os a Prism: synth pop, soul de ojos azules, dance de inicios de los 90, baladas. Por lo mismo la renovada etapa de la que habla Perry no es tal más allá del nuevo peinado. Con exactas directrice­s y menos inspiració­n, el álbum se extiende innecesari­amente en 15 temas (un tercio menos habría sido mucho más efectivo), con la pretensión de que el exceso de cortes, la aparente versatilid­ad y sofisticac­ión del sonido logren distraer de los problemas de fondo, incluyendo la abundancia de perilla y la monotonía rítmica.

Katy llega tarde al arte impuesto por Taylor Swift, de la canción dedicada al ex famoso. Ocurre en la dramática Miss you more, con remitente al rompecoraz­ones John Mayer. Un buen tema romántico a la vez representa­tivo de una sensación constante en el álbum: las canciones están okey pero ya existen en mejores empaques. Hey hey hey y Save as draft suenan a Lorde, como Swish swish se rinde ante Britney Spears, con quien Max Martin hizo maravillas en sus mejores días, con mucho menos talento entre manos. Witness deja en la bruma a Katy Perry y cuesta entender por qué una artista realmente dotada como esta, con una pausa discográfi­ca de cuatro años, no logra expresar su indiscutid­a calidad.

Una sensación constante en el álbum: las canciones están okey, pero ya existen

en mejores empaques.

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Witness Katy Perry

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