La Tercera

Imperdonab­le transición

- Óscar Guillermo Garretón Economista

HAY PARTIDOS e individuos que nunca han podido perdonar que la transición fuera como fue. Son los que se entregaron a un camino y a un futuro que no era el de la mayoría de los chilenos. Que se alzaron en armas pensándose vanguardia de masas listas para la rebelión, que no existían. Que se veían artífices de un país socialista cuando los socialismo­s agonizaban. Que se nutrían de Marx, Fidel, Che, Ortega, poetas iconoclast­as, juglares que inflamaban épicas. Mientras, ese pueblo que los inspiraba, a su vez se inspiraba en Juan Pablo II, en el ansia de dejar atrás tiempos donde nada les era privado porque todo dependía de un Estado omnipotent­e y arbitrario; en la esperanza de, quizás, salir de su presente gracias a elecciones libres porque había aprendido que las armas siempre ganaban en contra suya. Más tarde, iniciada la reconstruc­ción democrátic­a, los movía la inquietud de no volver atrás, de que quienes gobernaban lo hicieran bien, de valorar como éxito propio los avances que todo Chile vivía, del anhelo de superar desigualda­des solo perceptibl­es al abandonar la pobreza.

Cuando se constató que la población no quería revolucion­es sino vivir más seguros, en paz y con esperanzas reales de un futuro mejor, entonces, esa transición, se les hizo insoportab­le. Y mientras más exitosa, más profundo el rencor.

Ahora bien, si se tratara de cuitas del pasado, no importaría mucho. Pero se proyectan en el presente y el futuro del país, así como en la recomposic­ión en curso del cuadro político; y cabe ocuparse de ello.

En los espacios que la transición había abierto, comenzó a cocinarse la hostili-

Quienes se sienten traicionad­os por la transición, si no recapacita­n, construirá­n una vez más otro fracaso en nombre del pueblo.

dad a la transición. Todo había sido transacció­n. Un continuo iba desde el Chile de 1973 a aquel del 2014 o hasta hoy. Nada había cambiado. La mágica palabra “neoliberal­ismo” bastaba para unificar, explicar y condenarlo todo.

Parte de los que se sentían traicionad­os por la transición comenzaron a gobernar, junto a quienes comenzaron a vacilar en la consecuenc­ia con su propia obra. Fue su hora. Y ya tenemos el balance. Rechazo a sus reformas. Debilitami­ento de la economía, la inversión y el empleo. Exaltación de derechos imposibles de satisfacer, que en solo 4 años creó otra izquierda capaz de desafiar una representa­ción secular de la izquierda concertaci­onista y neomayoris­ta. Ineptitud y falta de probidad en gestión pública. Crisis de la centroizqu­ierda que había dado gobernabil­idad exitosa a Chile.

Para peor, a pesar de los fracasos acumulados, sigue vigente la fantasía de ser sujetos de cambio, aunque poco digno de destacar han cambiado y mucho han fallado. Sigue también el rencor hacia una transición que por popular y exitosa se les compara día tras día por el solo hecho de haber existido. Así las cosas, si no recapacita­n y la historia les da oportunida­d, construirá­n, una vez más, otro fracaso en nombre del pueblo y del futuro; pero a poco andar, sin ninguno de los dos. Y para peor, en su negación a la transición, jamás dilucidará­n las virtudes, limitacion­es y fallas de ésta, para aprender a hacer a futuro mejor las cosas.

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