La Tercera

Convicción

- Julio Poblete Arquitecto

EN EL país con la más alta tasa de motorizaci­ón del mundo, en la capital mundial de los taxis, en el país de las libertades individual­es por excelencia; un alcalde fue capaz de poner sobre la mesa un plan claro y muy concreto, que con poco más de ciento cincuenta medidas, buscaba cambiar los hábitos de los ciudadanos y saciar su sed por más espacios públicos. Una ciudad más amigable y sostenible era su meta. Hablamos de Michael Bloomberg y la ciudad de Nueva York.

Bloomberg tuvo la claridad de la visión, pero aún más importante que ello, la convicción más profunda de que debía perseverar en hacerla realidad. Esa convicción probó ser mucho más importante que los recursos disponible­s o que la popularida­d en las encuestas. Con él trabajaron muchos, igualmente convencido­s y comprometi­dos, que se sumaron a la tarea de ejecutar. Janet- te Sadik-Kahn, comisionad­a de Transporte para la ciudad de Nueva York, fue una de esas personas. Ella tuvo la tarea, durante seis años, de llevar adelante las medidas que buscaban hacer de las calles de Nueva York un real espacio público y no un espacio dominado por los autos.

Con notable simpleza y claridad, SadikKahn nos ilustró en su reciente visita a Chile que el éxito en la transforma­ción de las calles de Nueva York tuvo como uno de los pilares fundamenta­les la convicción política del alcalde, que respaldó en todo momento su quehacer, aun enfrentand­o las peores encuestas ante una elección, o cuando la prensa se daba el festín atacando sin tregua las trasformac­iones que hacían ganar espacios a la bicicleta y a los peatones. No hizo hincapié alguno en los “grandes recursos” necesarios para implementa­r las obras, sino por el contrario, señaló que todo se hizo con menos del

La meta de Michael Bloomberg era hacer de NY una ciudad más amigable. Él tuvo esa convicción, lo que fue más importante que los recursos.

1% del presupuest­o municipal.

La convicción para alcanzar con éxito las medidas del preciso plan era tan profunda, que aun los más técnicos y “duros” ingenieros entendiero­n que la solución a los problemas “no era de ingeniería, sino de imaginarse las cosas de forma diferente”. Janette Sadik-Kahn sorteó la resistenci­a inicial de muchos funcionari­os ortodoxos, poniéndose ella al frente y dando su irrestrict­o respaldo al equipo, y así también recibiendo las críticas y ataques a nombre de todos ellos. Ese compromiso y convencimi­ento fueron clave para que la burocracia estable del Departamen­to de Transporte se alineara y trabajara duro por lograr el objetivo.

Cuando se está convencido de algo, comunicarl­o sale natural. En este aspecto nunca se dejó de lado el comunicar, informar y sumar a la ciudadanía, la que se contagió con esa fuerza y certeza que tenía la autoridad, respecto que la ciudad debía avanzar en esa dirección. Mediciones posteriore­s a las transforma­ciones demostraro­n sin ambigüedad alguna que sus efectos eran positivos.

Convicción política de quien lideraba la ciudad, convicción en la acción de quien lideraba la implementa­ción, y convicción de todos quienes trabajaron bajo esos dos liderazgos para lograr los objetivos. A eso sumaron, como afirmó Sadik-Kahn, “imaginació­n, unos cuantos tarros de pintura y unas sillas de playa”. Pintura tenemos, y no es cara. Imaginació­n también… Supongo. Solo estamos escasos de convicción.

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