La Tercera

Un pilar suelto

- Álvaro Ortúzar Abogado

EN EL derecho común y de aplicación general, los extremos exigidos a las personas respecto a sus deberes de conducta y sus responsabi­lidades se encuentran establecid­as en los contratos o en las leyes. Desde la antigüedad se enseña que una obligación puede incumplirs­e con una negligenci­a y descuido de tal manera groseros, por ejemplo, que equivale a querer dañar intenciona­damente al titular de un derecho. Se le llama culpa grave y equivale al dolo. Jamás se presume y debe probarse en juicio.

En la otra punta, se encuentra la culpa levísima, definida como la falta de aquella esmerada diligencia que una persona juiciosa emplea en la administra­ción de sus asuntos importante­s. Esta especie de culpa, dice la ley, se opone a la suma diligencia o cuidado. Por su nivel de exigencia, es fácil entender que solo puede imponerse por la ley o contrato, y que los hechos que configuran la infracción también deben probarse en juicio.

Hace un par de domingos la periodista Pilar Molina interrogó al precandida­to presidenci­al Manuel José Ossandón acerca de boletas de honorarios supuestame­nte irregulare­s en beneficio de una hermana mientras él era alcalde de Pirque.

El eje central del discurso del señalado aspirante presidenci­al, no consiste en una idea política que lo sitúe en relación a una determinad­a corriente, por ejemplo el libre mercado o el socialismo, sino que se trata de un eslogan autorrefer­ente más bien moral o bíblico, que podría parafrasea­rse señalando: “Estoy libre de pecado financiero, por lo que puedo lanzar la primera piedra…”, que es más o menos lo mismo que decir “tengo las manos limpias”. Esto es lo que le asegura al país, exhibe como crédito propio y, en cierta

Queda poco para las primarias y quizás no conozcamos la demanda de Ossandón contra P. Molina. Va a quedar un pilar suelto y no será el de ella.

forma, descrédito de otros precandida­tos.

La periodista, a su turno, señaló contar con informació­n directa y personal de un empresario que le había asegurado la realizació­n de actos de financiami­ento irregulare­s a una hermana de Ossandón, fuente que no era anónima sino disponible, dato que le ofreció al final del programa y que éste habría rehusado recibir.

Llevado esto al plano jurídico que más arriba describimo­s, muy lejos de advertirse un descuido o negligenci­a de la periodista en la revisión de una materia de suyo sensible para un candidato que ha tomado como bandera de batalla una cualidad moral que tiene dos aristas, una que lo incluye solo a él, el impoluto y transparen­te, algo así como la “ranita de cristal” recién descubiert­a en Ecuador, versus los demás, que serían casi lo contrario, por decirlo suavemente, lo que se advierte por parte de ella es una especial diligencia y cuidado. Las informacio­nes reveladas demuestran que la periodista contaba con una fuente identifica­da -que ya es de dominio público-, y que esta persona estaría dispuesta a enfrentar el caso en los tribunales.

Pero son tiempos políticos. Los juicios ante tribunales son serios. No solo imponen una carga de trabajo, sino algo mucho más relevante y que por algo se llama “el peso de la prueba” con el riesgo de las costas. Quedando tan poco para las primarias, es posible que no alcancemos a conocer la demanda ni sus fundamento­s. Acá parece que va a quedar un pilar suelto, y no será el de la señora Molina.

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