La Tercera

Un fallido plan para La Araucanía El conjunto de propuestas que ha presentado el gobierno no aborda las problemáti­cas más críticas derivadas del conflicto indígena.

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LA PRESIDENTA de la República dio a conocer recienteme­nte su plan integral para La Araucanía, el cual contempla una batería de propuestas que buscan una reparación y reconocimi­ento al pueblo mapuche, el desarrollo de la región y protección y apoyo a las víctimas de la violencia. A pesar de ser un documento largamente aguardado -que recogió las conclusion­es de la comisión asesora presidenci­al cuyo informe fue entregado en enero pasado-, terminó siendo un documento de escaso alcance que defraudó las expectativ­as de los distintos sectores, incluidos representa­ntes indígenas, porque en definitiva no aborda en profundida­d ninguna de las temáticas que resultan más críticas.

No cabe duda de que una materia de vasta complejida­d histórica y política como el llamado conflicto mapuche, requiere medidas de muy largo alcance que exceden a un gobierno en particular. El gesto de la Mandataria de pedir disculpas al pueblo mapuche “por los errores y horrores que ha cometido o tolerado el Estado” -junto con reconocer que “hemos fallado como país”-, es un hecho que si bien puede contener una alta carga simbólica, parece desdibujar­se frente a la decepción que provoca un conjunto de medidas cuyo conjunto es insuficien­te y parece evocar un ánimo de cumplir con una promesa electoral antes que un plan de fondo.

Hay dos problemas que son evidentes cuando se aborda La Araucanía: la deuda histórica que reclaman las comunidade­s indígenas, y el grave socavamien­to del estado de derecho, reflejado en la escalada de violencia que se vive en la zona, con grupos armados actuando impunement­e y cuyo accionar -que en algunos casos ha incurrido en la figura terrorista- ha sumido en el temor a muchos de sus habitantes, generando un cuadro de tal anormalida­d que es la única zona del país que la Mandataria ha visitado escasas veces en su condición de gobernante.

La falta de foco en la problemáti­ca de la violencia queda reflejada en que entre las medidas propuestas figura que la Subsecreta­ría de Prevención del Delito implementa­rá un plan para la recuperaci­ón económica de personas afectadas por la violencia rural. Además de ser una figura algo ambigua en cuanto a sus finalidade­s, la “recuperaci­ón económica” actúa sobre hechos ya consumados, en circunstan­cias que la mejor y más efectiva seguridad es la actuación preventiva del Estado para asegurar que la violencia criminal no tenga espacio. Su incumplimi­ento es también una grave falla del Estado, y es lamentable que no se reconozca así.

Sin estado de derecho efectivo, es inviable que en la región se den las condicione­s para que exista una reactivaci­ón vigorosa de su economía. Las medidas como la creación de un Instituto de Desarrollo Cooperativ­o, o la fuerte inversión en obras públicas -ambos son parte de la reciente propuesta presidenci­al-, son medidas que por sí mismas no son suficiente­s para crear un polo de auténtico desarrollo si es que no van acompañada­s de mayores certezas por parte del Estado.

La solución en La Araucanía supone abrir un debate político de largo alcance, donde no solo se aborden materias como el reconocimi­ento constituci­onal o eventualme­nte asegurar cuotas de representa­ción parlamenta­ria a los pueblos indígenas, sino también un nuevo sistema de compra y entrega de tierras y en general un profundo cambio de actitud del Estado hacia los pueblos originario­s. Las propuestas del gobierno lamentable­mente no permiten iniciar esta discusión.

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