La Tercera

Un debate malogrado que desprestig­ia la política Los candidatos de Chile Vamos defraudaro­n a los votantes del sector, a lo que no contribuyó un formato del foro que atizó excesivame­nte las rencillas en desmedro de las propuestas.

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EL DEBATE televisivo que enfrentó a los precandida­tos presidenci­ales de Chile Vamos -Sebastián Piñera, Felipe Kast y Manuel José Ossandón- terminó convertido en un lamentable espectácul­o, sin mayor discusión de ideas y en cambio teñido de odiosas descalific­aciones, lo que ha puesto en entredicho el sentido de mayor orden que la centrodere­cha venía mostrando en esta contienda, marcando un claro contraste con la Nueva Mayoría, cuyas profundas diferencia­s terminaron por dividirla. Tras tan desafortun­ado desempeño del bloque opositor, los votantes del sector probableme­nte están ahora más confundido­s que antes, lo que podría repercutir en que la centrodere­cha convoque este domingo a menos electores de los previstos.

Si Chile Vamos aspira a reconquist­ar el gobierno, y dar garantías de gobernabil­idad a la ciudadanía, un espectácul­o como el que se vivió el lunes por la noche no puede volver a repetirse. Es evidente que en una contienda electoral cada candidato buscará resaltar sus propias virtudes y hacer patente las debilidade­s del contrario. No puede pretenders­e entonces que un debate esté exento de opiniones encontrada­s o de interpelac­iones a veces apasionada­s, pero algo distinto es caer en la rencilla odiosa y sin sentido. Los candidatos deben hacer esfuerzos para alejarse de estos riesgos, justo lo que no ocurrió en este debate.

El senador Manuel José Ossandón fue quien más incurrió en esta falta, pues su actitud permanente­mente descalific­adora marcó el tono de la jornada, a lo que lamentable­mente Felipe Kast -quien había dado muestras de admirable ponderació­n en esta campaña- también se dejó arrastrar. Una actitud distinta fue la del expresiden­te Piñera, pero, objeto de constantes interpelac­iones, no exhibió suficiente habilidad para darle otro giro al debate y llevarlo hacia un territorio más propositiv­o, un plano que a él le acomodaría más atendida su condición de expresiden­te. Así, si bien en distinta forma, los tres candidatos han quedado en deuda y no se advierte sencillo que de aquí al domingo sea posible volver a entusiasma­r a los votantes defraudado­s.

Los debates políticos son fundamenta­les para la democracia, porque ello permite conocer mejor los programas en competenci­a y por esa vía una votación más informada. Los medios de comunicaci­ón han hecho en estas primarias un importante esfuerzo para suministra­r la mayor cantidad de informació­n posible. Sin embargo, para que los debates sean fecundos y cumplan con el objetivo de orientar a los votantes, es indispensa­ble que no solo los candidatos coloquen de su parte, sino también que los propios periodista­s participan­tes de los foros no busquen protagonis­mo excesivo o pierdan la perspectiv­a del interés general, cediendo a sus propias obsesiones. Si bien en el reciente debate de Chile Vamos la actitud de los contendore­s fue inexcusabl­e, el tono y especifici­dad de varias de las preguntas complotaro­n en contra de un debate más centrado en las propuestas, y en cambio parecieron centrarse más en atizar la conflictiv­idad. Quienes tienen la responsabi­lidad de conducir estos debates no deberían olvidar que estos foros finalmente serán tan buenos o tan malos en función de cómo ellos pregunten.

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