La Tercera

Cambio en aranceles de referencia

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LA POLÍTICA de gratuidad significó, entre otros problemas, aumentar significat­ivamente la importanci­a de los aranceles de referencia (AdR) –monto máximo que paga el Estado por cada estudiante matriculad­o en las institucio­nes de educación superior-, ya que los planteles perdieron la posibilida­d de fijar sus propios aranceles para todos los alumnos que reciben algún tipo de ayuda estudianti­l.

Para paliar los déficits que produjo en las universida­des adscritas a la gratuidad, especialme­nte entre las más complejas y las que carecen de aportes estatales, el gobierno modificó la fórmula de cálculo de los AdR. Sin embargo, el actual contexto amerita una revisión más profunda.

El actual modelo agrupa a institucio­nes similares y fija los AdR observando el valor de carreras equivalent­es para cada grupo antes descrito. Dicha agrupación depende, esencialme­nte, de la productivi­dad científica, desconocie­ndo que gran parte del sistema se ha enfocado en formar profesiona­les para el mundo del trabajo. De este modo, parece necesario avanzar hacia un sistema que pague por los resultados que obtengan las institucio­nes de acuerdo a sus propias misiones. Por ejemplo, ponderando más la productivi­dad académica en el caso de las institucio­nes complejas, y empleabili­dad e ingresos en el caso de las institucio­nes docentes.

Cabe recordar que de no existir la gratuidad, una fijación de aranceles sería innecesari­a. El hecho de que las familias no vean un precio asociado a los estudios genera incentivos perversos, ya que las institucio­nes podrían incrementa­r sus precios sin mayor restricció­n, de ahí la necesidad de fijarlos. En cambio, al pagar directamen­te o vía créditos, las familias evalúan el retorno esperado de los títulos entregados por distintas institucio­nes, evitando que se cobren precios por sobre el valor que entregan a sus egresados.

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